Punto de vista: “Influencers” del mal, “influencers” del bien
Durante la pandemia, se intensificó el discurso relativista de certezas. Tal cual, mientras científicos investigan, contrastan y están en la antesala de posibles soluciones, se multiplican los conspiranoicos, los antivacunas, los terraplanistas, los odiadores seriales…
Personas y personajes que encuentran un caldo de cultivo entre la angustia y la desazón general para imponer ya no sólo su visión del mundo, sino también comportamientos desaconsejables desde el punto de vista sanitario. Viviana Canosa es el caso más resonante de esta tendencia, al propagar sus discursos inconsistentes desde un medio de comunicación, desatiendo su responsabilidad social como periodista.
Pero al mismo tiempo que algunos encontraron en redes y eventualmente en medios de comunicación tradicionales una plataforma para expandir sus delirios, otros lo hicieron para trabajar alternativas aplicables al paradigma imperante.
Alternativas que nos pueden llevar a una mejor versión de nosotros mismos a partir de una mejor alimentación, de la posibilidad real de una cotidianidad sostenible en términos ecológicos, de buscar enaltecer nuestras capacidades (incluidas la de dar amor y la de ser empáticos) desde la introspección.
Así como hay influencers del mal, también los hay del bien, se podría plantear desde un modo maniqueo.
Y en un amplio abanico, en el segundo grupo se hicieron notar la modelo y actriz Liz Solari y la cantautora Connie Isla. Ambas desde Instagram y con cierto ímpetu activista.
Solari promueve la meditación, condena el maltrato animal y alerta de que nos azotarán nuevas pandemias si no cambiamos determinados hábitos.
En ese plan, también se pregunta: “¿Cómo es que alimentamos a 60 mil millones de animales para consumo y no a 7,8 mil millones de humanos?”. Todo lo hace en @liz_solari, cuenta en la que hay una sola referencia al show bizz y varias a su nueva (perdón, Liz) encarnación. “Actriz, activista animal y cocreadora del libro Meditaciones para un viaje interior”, se presenta la indiecita en su bio, donde a su vez postea una petición de firma de change.org contra las megafactorías de cerdos.
Connie Isla, por su parte, hizo correr en paralelo a su trayectoria musical la creación de Vrote, su marca de indumentaria (carteras, bolsos, zapatillas y zapatos) con diseños veganos, cruelty free y artesanales, y la militancia sostenida contra el maltrato animal y a favor del veganismo, la sustentabilidad y el medio ambiente.
Además, la pelirroja logró un acuerdo con una marca de ukeleles para tener su propia línea y distribuir instrumentos en escuelas de bajos recursos, al tiempo que organizó la distribución de viandas saludables entre personas en situación de calle de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
Connie plasmó la prédica de @coisla en Más luz x favor, un libro de 240 páginas editado por Penguin Random House.
Liz y Connie, claro, llegaron a asimilar toda esta información y a reconvertirse en activistas gracias a su posición de clase. Y esa situación suele dar lugar a un cinismo que las rotula como “new agers estériles” o “jipis con prepaga para el sector ABC1”, y que tiende a ablandar sus respectivas prédicas porque la sociedad, con su entramado totalmente deshilachado, tiene otras prioridades.
Para desacreditarlas, en un debate es probable que se llegue a plantear: “No le podés enseñar a comer bien a alguien que no tiene para comer”.
Aunque atendibles, observaciones de ese tipo no convierten a Liz y a Connie en irresponsables ni en poco empáticas. Ellas se limitan a difundir mensajes que pueden afectar positivamente a nuestro futuro inmediato.
Y una vez que lo hacen, esperan lo mejor.