Guillermo Beresñak: Me fui sacando el traje de astronauta

Guillermo Beresñak es uno de esos nombres que puede pasar desapercibido para buena parte del llamado “gran público”. Sin embargo, si se presta un poco de atención no será difícil empezar a encontrarlo una y otra vez como responsable de distintas producciones musicales distribuidas a lo largo de ya casi 20 años de carrera. De discos de Miss Bolivia o Coiffeur a trabajos de composición para películas como Gilda y El potro o series de la talla de El marginal.

En 2020, el músico profundizó nuevamente su faceta de cantautor y se despachó con A la sombra de un árbol azul, un disco producido junto al entrerriano Lauphan y anclado en las diferentes tradiciones que componen el folklore argentino. Pero además, uno de sus trabajos más iluminados en términos creativos, con canciones que transmiten libertad, compañerismo y amor profundo por la música en todas sus formas.

“Tenía ganas de aprender a tocar folklore en el piano y empecé a estudiar clásicos con un profesor. Luego me junté con Checho Fla (Sergio García Marín), que ya dominaba estas músicas en la guitarra y nos pusimos a componer”, explica Beresñak.

“Al principio me sentía un poco turista en algunos universos y de a poco me fui sacando el traje de astronauta”, admite el músico oriundo del oeste del conurbano bonaerense.

–Como productor y compositor, ¿qué herramientas y matices del folklore te resultan atractivos a la hora de hacer música?

–Sin dudas la instrumentación toca una fibra esencial en el sonido que nos representa. La guitarra criolla, el bombo latido, suenan a refugio. Todos los colores tímbricos que se grabaron fueron particularmente elegidos por lo evocativo de su sonido. Por eso invité a Homero Chiavarino de Corrientes para que grabe un acordeón en el chamamé “Mi día perfecto” o en la chamarrita “Dame una canción de Lauphan”; porque lo tímbrico ayuda a reforzar el género y evocar un río, una sensación térmica, un paisaje. Lauphan, co-productor del disco, participó también aportando programaciones digitales rítmicas que acompañaban las guitarras que había grabado Checho, con lo que la tuve fácil para moverme sobre esa base sólida que ya sonaba a chacarera o zamba o carnavalito. También me gusta cómo le queda el bandoneón a estos géneros; por eso convoqué a Juan Manuel Barrios, del Club Atlético Fernández Fierro. Y para la chamarrita, a Alexey Musatov, violinista y también integrante del CAFF.

En una entrevista reciente, Beresñak dijo que había intentado “no disfrazarse” haciendo folklore y que quería seguir siendo él. ¿Cómo habrá sido ese proceso de encontrar un lugar propio dentro de esa tradición? “Fue un proceso de varios días largos –contesta–. Un proceso de entender los códigos estéticos del lenguaje folklórico y adaptarlos a mi manera de decir las cosas buscando el factor común entre ambos mundos. O quizás fue sumar recursos a algo preexistente y enmarcarlo en un contexto sonoro para que cobre más fuerza conceptual, tanto la lírica como el audio general”.

Beresñak empezó a grabar en enero y terminó durante la pandemia: “Por suerte llegamos a grabar varios instrumentos antes del 20 de marzo: bandoneón, violín, charango, contrabajo, guitarras, piano. Luego, ya en aislamiento, compuse ‘Aviones de cartón’, que tiene esa sensación de piso movido, de afianzar decisiones o cambiar de rumbo”, dice el músico sobre un disco que, entre otros grandes detalles, presenta las participaciones de Santiago Vázquez (de La Bomba de Tiempo), Lalo Mir y el cordobés Tomás Ferrero.

–¿Cómo surgió la colaboración con cada uno?

–Santiago Vázquez es un genio musical. Le mandé los archivos mal, todos cruzados, y así y todo grabó encima y lo hizo bien. Me puse nervioso y atolondrado porque su presencia me resulta a la vez inspiradora y me genera un respeto casi de miedo. Él sumó el bombo legüero que hizo caminar y ambientaciones con kalimba, hojas de palmeras, y sonidos particulares de su set que tienen nombres inventados como “pato”. En “Aviones de cartón” se sumó Tomás de los Rayos Láser que abrió la canción a una emotividad superior con la dulzura de su voz, que llegó por mail. Todo bien cuarentenial. Agregó una profundidad que me hizo llorar al escucharlo. Además estamos armando juntos el videoclip de la canción, que dirigirá Tomi. Por último, Lalo Mir, un héroe nacional, nos regaló su voz para recitar el tango “¡Qué lindo vientito!” Le escribí un mail re largo explicándole todo lo que sentía, me imaginaba, y significaba para mí y el cosmos su participación. Me respondió con el audio grabado y ni una palabra más. Me encantó. Me costó mucho animarme en los tres casos a escribirles pero me puse tan contento cuando me dijeron que sí que me sentí tonto de no haberlo intentado antes. La clave del éxito es la insistencia.

–Muchas de las letras transmiten la sensación de estar en viaje, inspiradas por la ruta y por otros lugares. ¿Cómo se llevan estas canciones con el encierro?

–Fue un factor decisivo para elegir las canciones. Quería justamente hacer un disco con imágenes que nos inviten a salir de casa a través de la imaginación. Me di cuenta que recordar viajes, o momentos de ruta, paisajes, nos sacaba una sonrisa, nos reconfortaba y me pareció que podía ser una intención del disco.

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