Un fin de semana como espectador de shows en streaming: luces y sombras de la experiencia

Trabajo de domingo a jueves, por lo que mi fin de semana comienza este último día en horas de la tarde. Pero el jueves pasado venía con una particularidad, una carga especial en relación a sus precedentes inmediatos: dos invitaciones a shows en streaming
, uno nacional e internacional, y con el plus de que sus horarios no se superponían.

El internacional era el que la banda británica Ride, de la que soy fan, ofrecía en un barroco venue londinense; el nacional, el de Fabiana Cantilo en el porteño estudio El Pie, ajustado al protocolo sanitario para este sector de la realidad productiva.

Ambos servían de aperitivo para la primera edición del Cosquín Rock Online, iniciativa de alcance internacional de una empresa privada cordobesa con la ambición de volver sustentable el entretenimiento musical en tiempos de pandemia.

Ride estaba programado a las 16.30, por la plataforma Dice, cuya bienvenida en su sitio oficial expresa “Ofrecemos la mejor experiencia posible en los streaming en directo”.

Seguí el desarrollo habitual (al menos desde hace unas semanas) para acceder a contenidos de este tipo: me registré como usuario, puse el código de entrada, esperé disponer del material en el acto pero no, tuve que bajarme la app, volver a poner otro código que me enviaron vía mensaje de texto. Recién entonces pude encontrarme con los músicos en alta calidad de imagen y sonido…

Altísima, en realidad. Pero al segundo 30 de lo que supongo es el segundo tema (porque tardé en visualizar) empezaron los cortes y las interferencias que me hicieron pensar en un problema de conectividad hogareño. Chequeé y corroboré que todos los dispositivos móviles reciben señal. Por ahí no iba, evidentemente. 

Vía WhatsApp le escribí a Joaquín Vismara, un colega amigo que me cedió el ticket virtual en cuestión, y me contestó con el tuit de un usuario británico que preguntaba si alguien tenía los mismos problemas que él en el show de Ride. “Primer Mundo”, dijo Joaquín para apuntalar la idea de que en el Tercero nos espera un futuro inmediato de música en vivo entrecortada, de baja fidelidad.

El show siguió sobresaltado, conspirando con la expresión de cuatro tipos brillantes que ignoraban el padecimiento de su público fiel. No hablamos de millones de personas conectadas. Apenas alcanzaron 300 espectadores virtuales, número que bajó abruptamente cuando las dificultades crecieron. De pronto, un tuit desde la cuenta oficial de Ride pidió “sinceras disculpas por los problemas de transmisión” y aseguró que la banda estaría en funcionamiento “lo antes posible”.

La carga del día de home office más este desencanto volvieron irremontable la experiencia. “Insurmountable” fue el adjetivo que usaron los Ride en su idioma para referir al incidente. La traducción es “insuperable”. No obstante, a golpe de vista vi algo aproximado a un Alcoyana – Alcoyana conceptual.

Finalmente, otro tuit se expresó en primera persona del plural. En él, los músicos avisaron que harían el set nuevamente, que lo grabarían y que lo enviarían por correo para un disfrute sin interferencias. “Lo podrán ver en su tiempo libre y disfrutar de cualquier zona horaria en la que se encuentren”, especificó. Ese mail llegó a primera hora del viernes. El link, finalmente, fue de acceso directo a un Ride supremo.

El “tarda en llegar y al final hay recompensa”, que Gustavo Cerati escribió a comienzos de los ’90, aplicó para esta experiencia, claro. Y horas más tarde le permitió a Fabiana Cantilo no sólo engrosar su lista de temas, sino también referirse a su plenitud personal y artística.

Que no, que sí

Para entrar al show de Fabi la plataforma fue la de Ticket Hoy, que días atrás me había dejado con las ganas de ver la representación de Lotophagy, el brillante último disco de Willy Crook, finalmente reprogramado para este fin de semana.

Tenía un código promocional, lo puse en el casillero correspondiente y la página no me lo tomó. Insistí, no pasó nada. Como venía con la mala vibra de hace unas horas, descargué en Twitter que no vería nunca más un show en streamingJosé Palazzo, fundador de Cosquín Rock, me leyó y me pidió que no me olvide de la versión online del festival serrano, programada para los por entonces venideros sábado y domingo.

Curiosamente, ese exorcismo allanó el camino y 20 minutos después de la hora señalada tuve a la Cantilo en pantalla, maquillada como en el arte de Cuna de piedra y sonando (junto a baterista, coreuta y guitarrista) muy aproximada al folk celta de su último disco.

La puesta fue atractiva y potenció el halo de una diva hermosísima. Pese a que tuvo todo seteado para cultivar altanería y sugestión, Fabi prefirió tomar la variante de entrecasa. Y humanizó todo, se dispersó entre tema y tema, charló con sus compañeros, blanqueó que las extensiones le molestaban a la hora de cambiar de viola, le contó al espectador qué pasaba detrás de cámaras…


El show en streaming de Fabi Cantilo tuvo una atractiva puesta en escena. (Gentileza Bárbara Márquez)

Le quitó misterio al hecho artístico pero sumó humanidad. Y fue más que válido, porque conectó con un presente afinado (no en 440 sino en 432) en correspondencia con la naturaleza, con su corazón y, por supuesto, con las personas con las que construye este presente perfecto. Entre ellas, claro, están los músicos que la acompañan. No son sesionistas de renombre pero tallan alto en su luminosa cotidianidad.

Fabi reincidió con Cerati al interpretar Puente, tocó el bombo legüero para tributar a Mercedes Sosa y rescató Fue amor para reivindicarse como musa. Fue en los intersticios de esos mojones que echó mano a su propio cancionero, que es muy valioso aun con sobresaltos y gestos diletantes.

Sobre el final, leyó un comunicado con retórica leguleya para ayudar a que una amiga suya pueda volver a ver a su hijo y confirmó que está en esa de cambiar ella misma para cambiar todo, comprometida con su anhelo de afectar positivamente la realidad.

A todo esto, de Cosquín Rock Online nos separaban menos de 36 horas.

Nuevo orden

Alertado por la experiencia reciente, el viernes (un día antes) cumplí un con los procesos de registro en cosquinrock.net. Estaba seteado, tenía mi ticket virtual… No debía haber ningún problema para entrar al día siguiente. ¡Y efectivamente no lo hubo!

El acceso fue simple, el festival virtual desplegó su oferta inmediatamente y sólo un click separó un escenario de otro. Aún gozaba de mi franco, por lo que el sábado establecí una hoja de ruta personal, sin la afectación que demanda una cobertura periodística. Y observé que todo se desarrollaba bien, con margen para discutir si era efectivamente “en vivo y en directo” tal cual se había promocionado. Personalmente, no me afectó que algunos sets hayan sido grabados en vivo para luego ser transmitidos en diferido. Si eso garantiza una correcta recpeción, ¿dónde hay que firmar?

Tampoco me regodeé en las atracciones complementarias de la plataforma, a tono con mi carácter de espectador conservador, aunque en el chat relojeé que todo el mundo flasheaba.

Y era todo risas y espuma de la cervecería patrocinadora hasta que el grupo de la sección VOS acusó cortes de shows. En simultáneo, el chat del festival se enardecía. En esa primera jornada, los afectados fueron Los Tipitos, A.N.I.M.A.L. y Attaque 77, cuyos espectáculos se retransmitieron el domingo, el día en el que padecieron cortes abruptos (aunque al cierre, en el último tema) Ratones Paranoicos, Los Cafres y Turf.

En redes, Palazzo le opuso épica a las críticas recibidas por estos problemas. Al empresario cordobés lo avalaba el hecho de haber movido las primeras piezas para que la producción de espectáculos nacional sea sostenible. Y al espectador, la pretensión genuina de recibir un producto menos permeable a imponderables de conectividad.


Andrés Giménez, de A.N.I.M.A.L., hace cuernitos una vez que tuvo señal confiable. (Gentileza Cosquín Rock Online)

En el meridiano de todo, y en cuestiones vinculadas a la expresión, sólo pude concluir que este nuevo orden le sentó de maravillas a parcos como Vicentico y a entretenedores que puertas adentro trabajan su performance con impronta teatral o modos feriantes (la chilena Cami fue un caso rotundo en el primer aspecto; Pablo Lescano, en el segundo).

Ni hablar cómo les calzó a pícaros como Turf (salieron con uniforme pandémico) o Kapanga, y a proyectos ultraprofesionales como Eruca Sativa o Las Pelotas, con varios de sus miembros sorteando la circunstancia de tocar a la distancia como si estuvieran en combustión de tiempo real. 

Lo concreto es que ya se trabajó sobre un nuevo orden. Y que éste se mueve en instancia work in progress


Los Turf, firmes frente al coronavirus. (Gentileza Cosquín Rock Online)

 

 

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Fabi Cantilo, durante su show en streaming del jueves pasado. (Gentileza Bárbara Märquez)