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Andrea Rincón detalló cómo fue el exorcismo que le realizaron en su peor momento: Se me daban vuelta los ojos

Andrea Rincón fue entrevistada en el pódcast Dos pendejas de 50 de Resumido y allí detalló cómo fue el exorcismo que realizó en el peor momento de su vida.

“Entiendo que las demás personas no lo crean. A mí me pasaba que si venían, me golpeaban la puerta y me decían ‘yo te quiero hablar de Dios’, yo les decía ‘sí, yo soy el diablo, tomátela’ y les cerraba la puerta”, dijo al inicio del diálogo con Majo Riera y Pata Liberati.

“A mí me empezaron a pasar cosas. Yo no dormía. Estaba grabando una novela, la primera temporada de ATAV, y si me ves yo tenía la cara gordita, cachetoncita, y de repente empecé a estar con unas ojeras qué eran unos pozos. No dormía, empecé a estar mal y soñaba con calaveras que me asfixiaban”, recordó.

“De repente soñaba con mi hermano, que se ‘peleaba’ con la moto. Iba hasta la cochera y de repente iba a buscar a la moto de mi hermano y estaba llena de hormigas. Pero no te estoy jodiendo. Te lo cuentan ellos y ellos no creen”, relató .

“Yo empecé a sentir como una opresión en el cuerpo y me mandaron unas brujas… Yo dije ‘si le hago caso a esta mina, a quién le estoy debiendo algo’. Sentía que no iba a tener salida. Esto es una rueda que no termina nunca más”, contó, sobre los pensamientos de aquel momento.

Fue la aparición de una amiga, a quien no veía desde hacía mucho tiempo, la que sirvió de nexo entre ella y su acercamiento a Dios. “Nosotras nos íbamos de joda y nos dábamos en la pera. ‘¿Qué hacés en la iglesia?’, le pregunté“, dijo. Por ella terminó yendo a una ceremonia. ”A mí me habían explicado que me habían hecho trabajos y así que eso es lo que necesitaba. ‘A Dios no le voy a deber nada’, pensé“, siguió. Al final, un grupo de personas se acercaron hasta su casa para lo que ella entiende que fue un acto de sanación.

“Vinieron a mi casa y me dijeron que había olor a azufre. Abajo de la cama, acá y allá”, rememoró. “Me ponen una mano en la espalda y me dicen ‘Andrea, quedate tranquila’. Mi amiga y el marido se ponen a orar, agarraditos de la mano y yo pensaba ‘qué carajo esto’. Parecía ciencia ficción. Me pusieron una mano en la espalda y me dicen ‘en el nombre poderoso de Jesús, ¡fuera demonios!’ y yo la miraba a mi amiga como diciéndole ‘¿qué carajo me trajiste?’ De repente, me dicen ‘Andrea, respira’ y ahí se me pegan las manos al cuerpo. Quedo rígida, empiezo a convulsionar y caigo al piso”, contó, asombrando a las conductoras del pódcast.

“Mi amiga me dijo que gritaba con una voz que no era mía. Adentro mío yo pensaba en qué era lo que estaba pasando. No sabía si me había muerto, si estaba todavía acá. Veía todo naranja. Tenía los ojos dados vuelta y cosas así. Cuando vuelvo en mí, lo primero que hago es mirar el vaso. ‘Estos me drogaron’, pensé. Ahí la saco una y la saco a la otra hasta que me entrego. Me pongo a llorar, lo veo a mi amiga y mi amigo, los dos estaban llorando agarrados de la mano, cagados hasta las patas, llorando”

“Las minas me decían que me quede tranquila, que ya era libre. ‘Qué carajo pasó acá’, pensaba. Ahí dejé que me abracen y no podía parar de llorar porque no entendía que era lo que había pasado”, continuó, sobre su experiencia esotérica.

​Andrea Rincón fue entrevistada en el pódcast Dos pendejas de 50 de Resumido y allí detalló cómo fue el exorcismo que realizó en el peor momento de su vida. “Entiendo que las demás personas no lo crean. A mí me pasaba que si venían, me golpeaban la puerta y me decían ‘yo te quiero hablar de Dios’, yo les decía ‘sí, yo soy el diablo, tomátela’ y les cerraba la puerta”, dijo al inicio del diálogo con Majo Riera y Pata Liberati. “A mí me empezaron a pasar cosas. Yo no dormía. Estaba grabando una novela, la primera temporada de ATAV, y si me ves yo tenía la cara gordita, cachetoncita, y de repente empecé a estar con unas ojeras qué eran unos pozos. No dormía, empecé a estar mal y soñaba con calaveras que me asfixiaban”, recordó.“De repente soñaba con mi hermano, que se ‘peleaba’ con la moto. Iba hasta la cochera y de repente iba a buscar a la moto de mi hermano y estaba llena de hormigas. Pero no te estoy jodiendo. Te lo cuentan ellos y ellos no creen”, relató .“Yo empecé a sentir como una opresión en el cuerpo y me mandaron unas brujas… Yo dije ‘si le hago caso a esta mina, a quién le estoy debiendo algo’. Sentía que no iba a tener salida. Esto es una rueda que no termina nunca más”, contó, sobre los pensamientos de aquel momento.Fue la aparición de una amiga, a quien no veía desde hacía mucho tiempo, la que sirvió de nexo entre ella y su acercamiento a Dios. “Nosotras nos íbamos de joda y nos dábamos en la pera. ‘¿Qué hacés en la iglesia?’, le pregunté“, dijo. Por ella terminó yendo a una ceremonia. ”A mí me habían explicado que me habían hecho trabajos y así que eso es lo que necesitaba. ‘A Dios no le voy a deber nada’, pensé“, siguió. Al final, un grupo de personas se acercaron hasta su casa para lo que ella entiende que fue un acto de sanación.“Vinieron a mi casa y me dijeron que había olor a azufre. Abajo de la cama, acá y allá”, rememoró. “Me ponen una mano en la espalda y me dicen ‘Andrea, quedate tranquila’. Mi amiga y el marido se ponen a orar, agarraditos de la mano y yo pensaba ‘qué carajo esto’. Parecía ciencia ficción. Me pusieron una mano en la espalda y me dicen ‘en el nombre poderoso de Jesús, ¡fuera demonios!’ y yo la miraba a mi amiga como diciéndole ‘¿qué carajo me trajiste?’ De repente, me dicen ‘Andrea, respira’ y ahí se me pegan las manos al cuerpo. Quedo rígida, empiezo a convulsionar y caigo al piso”, contó, asombrando a las conductoras del pódcast.“Mi amiga me dijo que gritaba con una voz que no era mía. Adentro mío yo pensaba en qué era lo que estaba pasando. No sabía si me había muerto, si estaba todavía acá. Veía todo naranja. Tenía los ojos dados vuelta y cosas así. Cuando vuelvo en mí, lo primero que hago es mirar el vaso. ‘Estos me drogaron’, pensé. Ahí la saco una y la saco a la otra hasta que me entrego. Me pongo a llorar, lo veo a mi amiga y mi amigo, los dos estaban llorando agarrados de la mano, cagados hasta las patas, llorando”“Las minas me decían que me quede tranquila, que ya era libre. ‘Qué carajo pasó acá’, pensaba. Ahí dejé que me abracen y no podía parar de llorar porque no entendía que era lo que había pasado”, continuó, sobre su experiencia esotérica.  La Voz

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