Festival de Jesús María 2025, día 2: dos consagrados y un candidato, figuras con peso propio

“Siempre los mismos”, dice uno de los lugares comunes en torno a los festivales folklóricos. Cuando alguien pronuncia esa frase-queja, seguramente está pensando en nombres que alguna vez también fueron desconocidos para las multitudes. Sin embargo, la sensación de que no hay renovación se extiende en el tiempo incluso a pesar de que las figuras de hoy también fueron las que en su momento relevaron a Horacio Guarany, Los Chalchaleros o la propia Mercedes Sosa.

Felizmente, la segunda noche de Jesús María 2025 aportó evidencia concreta en la dirección contraria. Incluso con la presencia del Dúo Coplanacu, la grilla tuvo como figuras centrales a tres nombres que hace tiempo vienen haciendo ruido, pero que en este 2025 parecen haber encontrado ese equilibrio entre reconocimiento institucional y cariño popular.

En ese sentido, el primer sábado del festival fue un éxito rotundo en materia de convocatoria, con más de 15 mil personas que acompañaron la decisión de la comisión de dotar con centralidad y tiempo a Christian Herrera, Lázaro Caballero y Paquito Ocaño, los grandes protagonistas de la noche.

¿Joda o fiesta?

La del sábado fue una de las pocas noches de esta edición en la que la programación no incluyó artistas identificados con otros géneros.

El comienzo estuvo a cargo de la santiagueña Candela Mazza, que llegó al festival luego de haber sido premiada la pasada edición por su actuación en la noche previa. Luego, los salteños Cabales hicieron lo propio en una velada que, después de los Copla, palpitaba un desfile de “Chaqueñada” que desde temprano comenzó a subir su temperatura.

La fila de ingreso al anfiteatro minutos antes de que se abrieran las puertas anticipó lo que vendría después. Por eso, poco antes de las 22 ya era difícil encontrar lugar en las tribunas y el recorrido del anillo exterior se hacía más trabado que de costumbre.

En medio de la conferencia de prensa previa a la actuación del Dúo Coplanacu, Roberto Cantos y Julio Paz filosofaron sobre una distinción muchas veces pasada por alto: no es lo mismo la música como fenómeno artístico y cultural que la industria comercial que se ha generado a su alrededor. El guitarrista se detuvo especialmente en este hecho al hablar del lugar de los Copla en un contexto festivalero cada vez más rimbombante.

“No es lo mismo la joda que la fiesta”, resumió al argumentar que las grillas tienen que encontrar un equilibrio. Fue una introducción perfecta para la presentación de los santiagueños, que salieron a escena ante un anfiteatro colmado y comprobaron lo que la organización había anunciado a las 21. En ese horario, la misma cantidad de gente que se acercó el viernes ya había poblado las tribunas del José Hernández.

Cantos y Paz fueron al hueso, como de costumbre. Entre chacareras, escondidos y alguna zamba mostraron ese influjo peñero que los convirtió en número fijo de festivales desde hace tiempo. Con el humor que los caracteriza, se refirieron a los 40 años de trayectoria que están celebrando en este 2025 y abogaron por esa instancia de encuentro que representan eventos como el de Jesús María.

Tres para uno

Christian Herrera salió a escena sabiendo que la suya iba a ser una actuación muy especial. El salteño ya es un cantor reconocido a nivel popular y eso se notó desde el inicio, cuando apareció luego de ser presentado por el primero de los niños que sumó a escena.

El cantante vive un momento de plenitud y el fervor de su público contagia hasta al más desprevenido. Junto a su potente banda, se paseó por chacareras del monte, zambas carperas y guarachas. En ese trayecto, sus versiones de Mil preguntas, Manos de tijera y Cuidado que te supero, hits popularizados por Q’ Lokura, resumieron el encuentro entre sus raíces y aquellas canciones que atraviesan clases sociales y nichos a nivel gusto.

De allí en más, todo fue baile, luces, palmas y humo, en un clímax que dio muestras claras del fervor que genera el salteño en su público. Con reminiscencias a figuras de la música tropical como Alcides o Sebastián, ese tramo de la presentación se acercó bastante al clima festivo de los casamientos en los que los DJ no dan ni un respiro a los bailarines.

“¿Bajamos un cambio?”, preguntó el Consagración 2024 luego de ser ovacionado de pie por la platea. El “no” generalizado derivó en una ráfaga de chamamé que no hizo más que potenciar el fervor ya existente.

Hacia el final, la presencia de Isidro y Gero se sumó a lo hecho antes por Mía y Mauri. Ambos dúos infantiles ya han grabado con el salteño y son habituales invitados suyos. Lo mismo con Victorio, que se sumó a coplear. Todo ellos cantaron y fueron ejemplo de aquello que pregona Herrera adónde quiera que vaya. “Los niños tienen derecho a conocer sus raíces” resumió. La imagen de Nachito, su hijo, entonando un pedazo Te he prometido, tema elegido para homenajear al fallecido Leo Dan, también habló por sí sola.

El cierre llegó con Herrera saltando en el mismo escenario que en 2024 le dio el premio que le cambió la vida, según comentó. En este caso, fue reconocido con “El latido de la noche”, estatuilla que condensó el caudal de emociones transcurridas en la última una hora y media.

Minutos después, a Lázaro Caballero pareció importarle poco y nada el suceso que significó la actuación inmediatamente anterior a la suya. Con un recurso muy similar desde las pantallas (que proyectaron videos grabados en sus pagos formoseños), el cantante que recorre escenarios desde su infancia arremetió desde el arranque.

También heredero del carisma y la tradición estética patentada por el Chaqueño Palavecino, el formoseño lo dio todo. Cantó, bailó, corrió, saltó y emocionó junto a su fila de cuatro guitarras y otros tantos violines. Además, el histriónico y movedizo cantante también sacó chapa de ídolo popular en crecimiento. Con 32 años de vida y celebrando 25 como cantor, Caballero ratificó que su Consagración en 2023 tampoco fue azarosa.

Con dos enganchados “heridores” y un tercero “pa la sed”, el formoseño le dio rienda suelta al chamamé y pidió sapucais a los tres costados del escenario. A esa altura, el cantante ya había tenido otra presentación soñada en Jesús María y no dejaba de recibir los celulares que le pasaban desde la platea para luego filmarse en modo “selfie”.

Pasadas las 3.30, todavía quedaba el cierre a cargo de Paquito Ocaño. El cantante oriundo de Sebastián Elcano, en el departamento cordobés de Río Seco, puso en juego el mote de “El dueño de la bailanta” y no dejó que la multitud se dispersara. También, reforzó el link ya trazado entre el chamamé, la guaracha y el cuarteto, género que recorrió no sólo con hits recientes de Q’ Lokura o La Konga, sino también con versiones de La Mona Jiménez o Rodrigo.

Aunque para ese momento el campo ya advertía una merma en la cantidad de gente todavía presente, el cordobés encendió su chispa y bromeó con quienes todavía no se habían ido a dormir. Así llegó otro de los momentos más especiales de la noche: la confluencia en el escenario de las tres grandes figuras de la madrugada. Herrera y Caballero se sumaron a Ocaño, que les agradeció el tiempo compartido, las charlas y los consejos, y también les dijo que no era nada simple actuar después de ambos.

La imagen de los tres músicos compartiendo y bailando chamamé con tres chicas de la platea será una de las postales de este 2025. Y si se cumple el presagio de Herrera (que dijo que Ocaño debería ser el próximo consagrado luego de que Caballero y él recibieran esa distinción los últimos dos años), la foto de los tres juntos en el escenario Martín Fierro será todavía más histórica.

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