Así es Los aerostatos, el nuevo libro de Amélie Nothomb: vidas vacías
Somos seres sociales. Estamos hechos para vivir en sociedad, para definir nuestra identidad en la interacción con otros iguales. Así se activan nuestros deseos y nuestras curiosidades, experimentamos satisfacciones y desilusiones, sentimos empatías y rechazos. Y de un tiempo a esta parte, por obra y gracia de la tecnología, podemos duplicar esas experiencias: a las interacciones reales y concretas, podemos sumar las digitales.
Ahora, imaginemos, por oposición, cómo se podría encuadrar la vida, las vivencias, de una persona que no tiene la más mínima retroalimentación en ningún grupo de sociabilización. Alguien que va a la escuela o a la universidad y no hace amigos, ni compañeros, ni compinches, ni nada. Alguien que no tiene ni siquiera buena onda en su familia, que es rechazado o no querido por sus propios padres. Alguien que no es afecto tampoco a andar por ahí, viendo la ciudad y su gente. Un varón, supongamos, que puede decir, a los 16 años, casi en un tono neutro, sin que sus palabras transmitan frustración o interés, literalmente, que no conoce a otra mujer que no sea su mamá…
Ese adolescente está en el centro de la nueva novela de Amélie Nothomb, Los aerostatos, y no está solo, claro: lo acompaña una joven estudiante de Filología, de apenas 19 años, quien se convertirá en su maestra particular y que, a su modo, es una especie de espejo de su alumno, con sus más y sus menos, ya que ella tampoco logra hacerse de amigos en la facultad, pero suele dar vueltas por la ciudad o meterse en un cine para contrarrestar de algún modo la sensación de soledad que la agobia periódicamente. Podríamos decir que la diferencia estriba en que ella tiene, aunque más no sea, una mínima conciencia del problema, mientras que él todavía no lo ha descubierto.
Y aquí está la clave del encuentro, un tanto forzado, si se quiere: el joven tiene problemas de dislexia, y su padre la contrata a ella como profesora de francés para que lo cure. Problema: ¿no correspondería alguna terapia? Solución: la profesora puede despertarle el interés en la literatura, hacerlo leer con ansias un librazo de un día para el otro (Rojo y negro o La Ilíada) y que de esa manera las palabras fluyan como corresponde. Y la literatura despierta la pasión, y la pasión nos eleva y nos pone en movimiento, como un aerostato…
Todo muy bonito, con impecables e inteligentísimos diálogos (demasiado inteligentes, otro problema, para estos personajes), como es habitual en Nothomb. Pero el libro no termina de leudar cuando le cae encima un final abrupto e inesperado. Una lástima. Ni los personajes ni la autora ni el lector se lo merecían.
Los aerostatos. De Amélie Nothomb. Editorial Anagrama. 144 páginas