Precios del verano: el riesgo de los abusos
Aunque con variantes anuales, la polémica por los precios para vacacionar en Argentina sigue siendo un clásico del verano.
Por supuesto que no sería justo generalizar, pero cada temporada aparecen casos de abusos cometidos por dueños de hoteles, restaurantes y comercios que, en su afán de recaudar en dos meses lo que no pueden durante el resto del año, cobran valores estrafalarios, alejados incluso de la ya alta variación inflacionaria.
Precisamente, esa es la excusa más usual con la que la gente se encuentra cuando pide explicaciones: la inflación. Es decir, el aumento generalizado de precios que también se retroalimenta de las situaciones que surgen en las temporadas turísticas.
Es una cultura arraigada que ha destruido la economía argentina durante décadas: aumento por las dudas, porque sé que pronto todo aumentará. Y así sucesivamente.
No dejan de mostrarse en las redes sociales las imágenes de playas de la costa argentina vacías. No es ilógico: pocas familias pueden acceder a pagar más de un millón de pesos por una carpa en la playa de Mar del Plata o de Pinamar. Y aun si pudieran hacerlo, se trata de tarifas desproporcionadas para la situación en la que se encuentra la mayoría de la gente, en especial aquella que para pasar merecidos días de descanso tuvo que hacer un esfuerzo descomunal, incluso endeudándose para vacacionar.
La situación del dólar en Argentina y de los consecuentes precios relativos en países vecinos –como Chile y Uruguay, pero especialmente Brasil– no sólo hace que se produzcan huidas en masa hacia esas playas, sino que quienes lo hacen toman conciencia de la tremenda diferencia de costos con nuestro país, en casi todos los rubros.
Cuando una posada cerca de la costa brasileña cuesta la mitad que una cabaña en las Sierras, no se hace fácil la decisión de apostar a la economía local.
Por supuesto que existen explicaciones macroeconómicas para esa realidad, pero mucho tiene que ver también la cultura empresaria de aumentar por las dudas, de cobrar lo que sea al turista cautivo.
Pero la paciencia de las personas visitantes no es inagotable.
Por eso se debe tener cuidado extremo a la hora de exigir requisitos vehiculares que no hacen a la seguridad vial en forma directa, o cuando un municipio cobra 10 mil pesos por ingresar a un balneario, en especial si no se ofrecen servicios acordes para justificar ese cobro.
Córdoba, la costa atlántica y otras regiones del país ya vivieron épocas de ausencia masiva de personas que alguna vez se sintieron estafadas, por diversas razones y en diferentes situaciones.
Es necesario tener conciencia de eso, y cuidar al máximo a quien decide destinar sus ahorros a instalarse en un centro turístico.
Es vital que el turismo sea tomado como una verdadera industria, que existan capacitaciones e incentivos para que todos los sectores involucrados actúen a conciencia, más allá de las crisis económicas que, además, afectan a la mayoría por igual.
Si no, continuarán las huidas masivas a Brasil.