A un año de gobierno, Milei contra Milei

Si bien “el factor Cristina” sigue ordenando la política nacional, dividiendo aguas cuando se trata de tomar posiciones políticas, lo cierto es que el presidente Javier Milei también vio –en este primer año de gobierno– cómo ha desmejorado la opinión sobre su gobierno cuando sus decisiones lo dejaron más cerca de la casta.

La “nueva grieta” (“gente de bien contra la casta”) tiene límites electorales más claros que en el caso de la gestión. En este último plano, Milei cruzó varias veces esta línea, y la opinión pública se lo hizo notar.

De hecho, según la encuesta nacional de diciembre de la Consultora Delfos, poco más de la mitad de los argentinos (53%) creen que el Presidente es parte de la casta.

Mientras, Milei ha utilizado inteligentemente la agenda pública, haciendo convivir temas críticos para la sociedad con el “odio anti-K” para facilitar momentos difíciles. Lo cierto es que los temas simbólicos funcionaron como cortina, pero también lo rasparon.

Milei –según datos nacionales de Delfos– tuvo malos y buenos meses que se comportaron en función de esa agenda, pero siempre mantuvo el caudal político de 40 puntos que operó como el piso desde el cual pivoteó también sus mayorías circunstanciales en el Congreso y en las encuestas.

Los malos meses de opinión pública fueron más que los buenos durante el primer año.

Fundamentalmente, el distanciamiento con la opinión pública tuvo que ver con:

-Derrotas políticas institucionales en el Congreso, como el paso atrás con la Ley Ómnibus, concesiones que hizo a la CGT por el DNU en el capítulo laboral, enfrentamientos con gobernadores por quita de subsidios, la pelea con las universidades, entre otras.

-Afectación directa a sectores sociales como los jubilados, quita de subsidios en servicios y a consumos a hogares de clase media, paros docentes, etcétera.

-Posiciones de casta que lo dejaron en lugares contradictorios con la génesis de su discurso político, tales como iniciativas compartidas con los K, como la postulación del juez Ariel Lijo a la Corte Suprema de Justicia, la discusión por la ley de Ficha Limpia, o bien el enredo por la detención del senador Edgardo Kueider.

Los meses positivos en cambio, se evidenciaron cuando:

-El clima económico empezó a acompañar las promesas que hizo en campaña, ordenando la macro, tranquilizando precios o domando el dólar y el riesgo país. Esto consagró un atributo personal fuerte que edifica su figura pública, ya no como candidato, sino como gobernante: cumple y es honesto.

-También, cuando la casta le cuestionó su poder, como el paro de la CGT en el mes mayo, los enfrentamientos verbales con la expresidenta Cristina Kirchner, o las denuncias contra el expresidente Alberto Fernández por violencia de género, que le permitieron conseguir el acompañamiento automático de una porción de electores.

En ese entramado, Milei pudo llevar adelante un ajuste sin precedentes, romper con los buenos modales de la política y recuperar viejos temas como las privatizaciones, la agenda de género o el rechazo a la cultura política referenciada en el peronismo y el radicalismo.

Milei se siente cómodo porque su adversario formal más fuerte es una dirigenta que tiene un techo claro (Cristina), y con el espanto de los ex-Cambiemos le alcanza para pensar en un triunfo cómodo el año que viene, en las elecciones de medio término.

Incluso, también puede aventurarse a pensar en concurrir a esos comicios sin alianzas para emprender un segundo momento de su gobierno sin deudas políticas ni compromisos, más allá de los acuerdos funcionales que marque la agenda posoctubre 2025.

Pero es claro que este camino también lo lleva a centralizar toda la atención y la tensión política en sus decisiones y en su capacidad de maniobra entre un discurso anti-K y una macroeconomía que le da aire.

Ahora, resta ver qué sucederá cuando el reclamo por volver a crecer plantee nuevos parámetros de exigencia popular, sobre todo si el fantasma K queda herido y si las respuestas empiezan a ser planteadas desde el metro cuadrado de cada argentino que eligió hacer un sacrificio, una vez más, a cambio de lograr un futuro con certezas, predecible y sin tensiones políticas.

De hecho, solo el 14% de los argentinos dicen que sus ingresos le alcanzan para vivir y ahorrar, y un 46% afirma directamente que no llega a fin de mes.

Sobre este nivel de vulnerabilidad económica doméstica se sostiene la recreación de cierta expectativa y esperanza de cara al futuro, reforzada por la evidencia de la baja de la inflación y por la promesa de un resurgir productivo que vuelva a posibilitar un sueño colectivo como sociedad.

*Director de la consultora Delfos

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