Reseña de El caos, de Luis Chitarroni y de Daniel Guebel: lecturas flotantes
Contada una y mil veces, la historia de la literatura moderna asume un anárquico orden en El caos: un programa desorbitado de lecturas, las clases transcriptas que Luis Chitarroni y Daniel Guebel dictaron en el museo Malba en 2021. Canon en vivo, dueto generacional, celebración docente de una amistad, el copioso volumen se pasea cual barco lúcidamente ebrio por islas y continentes literarios variados, obedeciendo a un criterio más o menos cronológico y geográfico: del pasado al presente, de la universalidad al localismo.
Desgrabadas y corregidas por Guebel, las lecciones se cubren de un velo trágico por la reciente muerte de Chitarroni, aunque ese evento hace también de El caos un documento valioso al captar la voz tardía y desenvueltamente oral del autor de Peripecias del no –y que Malba ya había compilado en modo solista en las clases de Breve historia argentina de la literatura latinoamericana (a partir de Borges) en 2019–.
Los números son elocuentes, como destaca Guebel en el prólogo: un programa de 16 encuentros, un vínculo de 45 años entre los disertantes y una ambiciosa lista inicial de quinientos autores nacionales y extranjeros sobre los que hablar, necesariamente acotados.
El título tomado de la obra de J. R. Wilcock es pertinente al dar cuenta de un recorrido digresivo, entusiasta y coloquial, casi informalista, desligado de cualquier sistematicidad o academicismo. Los ejes pactados (“el modernismo”, “el teatro”, “el relato de fantasmas”) se desvían rápidamente hacia el chisme, la provocación, la broma o la reflexión, fruto de una improvisación planificada (los escritores dieron también un taller juntos durante años).
Así, mientras caudalosos nombres de biblioteca pasan de manera sucinta (Joyce, Proust, Kafka, Flaubert, Cervantes), otros vuelven caprichosamente como por una puerta giratoria: Henry James, Stendhal, Manuel Puig, Osvaldo Lamborghini o el inevitable Borges, sugiriendo una forma de leer y una tabla de valores consensuada entre pares. En ese sentido, estos representantes del alguna vez llamado “grupo Shanghái” reescriben la tradición de un modo semejante al de su adorado Aira, al que sitúan tácitamente en el centro al subrayar el desplazamiento histórico de Cortázar, Saer y Piglia, y sugiriendo por eso que el autor de Ema, la cautiva los tendría que invitar a comer a un restaurante de ganar el Nobel.
Si algo expone El caos es la disputa y la relectura en constante movimiento que es la literatura, con sus inclusiones y omisiones, sus complots y revanchas, sus lealtades y traiciones, aunque aquí esas grietas se zanjen con diplomacia retrospectiva. Guebel y Chitarroni evocan de primera mano la “falsa dicotomía” entre la afrancesada revista Babel de Dorio y Caparrós en la que ellos participaban y la marketinera editorial Planeta liderada por Juan Forn en la década de 1990, que dio lugar a la última gran rivalidad de las letras argentinas.
“Nosotros éramos pudorosos, esperábamos que otros hablaran de nosotros, ¿cómo íbamos a salir nosotros mismos a decir que éramos maravillosos?”, dice con ironía ética Chitarroni acerca de los dilemas de un tiempo en que el autombombo era aún analógico. Sea como sea, esos debates y contrastes se extrañan en el panorama editorial de nuevo siglo, que ocupa la parte final del libro y es lo menos interesante. Allí los nombres se suceden en una melange vacua y resignada, constatando que el mero desorden no es lo mismo que el caos.
El caos: un programa desorbitado de lecturas. Luis Chitarroni y Daniel Guebel. Malba. 300 páginas. $ 33 mil.