Perú abraza su puerto de inversión china ante el desencanto de un pueblo pesquero que se ve excluido
CHANCAY, Perú (AP) — Un pescador, de pelo canoso, se aleja de la orilla remando en su barca de madera. Al fondo, asoma un enorme carguero atracado en el nuevo puerto de Chancay, en Perú, llamado a ser el epicentro del comercio marítimo que conecte Sudamérica con Asia.
El contraste entre ambas embarcaciones es una suerte de reflejo de la nueva realidad de un pequeño y remoto pueblo pesquero de la costa del Pacífico peruano.
La nueva infraestructura, con grandes bloques de cemento y modernas grúas de carga y descarga de contenedores, convive en una playa con las pequeñas barcas que aún sirven de sustento para buena parte de los 60.000 vecinos de Chancay que no muestran tanto entusiasmo como el gobierno por el ambicioso proyecto de inversión china que se inaugurará el jueves.
El presidente chino, Xi Jinping, estará en Lima para la ocasión junto a la mandataria peruana, Dina Boluarte, aprovechando la reunión del Foro de Cooperación Económica Asia Pacífico 2024.
El puerto de Chancay, a 60 kilómetros al norte de la capital, supuso una inversión de 1.300 millones de dólares y arrancó con las expectativas de crear 1.500 empleos directos y 7.500 indirectos. La ilusión se extendió entre las barriadas de precarias casas de madera, instaladas en un paisaje casi desértico, que carecen del servicio de agua y desagüe o de calles asfaltadas. Pero cuando el proyecto está a punto de echar a andar oficialmente, hay más quejas que sonrisas.
“Nuestros puntos de pesca ya no existen aquí… Se han apropiado de una parte del mar…”, dijo Julio César, un pescador jubilado de 78 años que ha atrapado peces durante más de medio siglo en la zona donde se construyó el puerto. “Nosotros no tenemos seguro, no tenemos jubilación, morimos como perros”.
El hombre, que se enorgullece de llamarse como el emperador romano, dice que el dragado de más de 17 metros, que ha convertido al puerto de Chancay en el más profundo de Latinoamérica, ha destruido zonas donde llegaban “la corvina, la chita y toda clase de pescado”. El puerto tiene más de 1.500 metros de longitud y 78 hectáreas.
“No culpo a los chinos por intentar explotar este lugar al máximo, culpo a nuestro gobierno por no protegernos”, reivindica. La ambición de Perú es que el puerto sirva para reducir los tiempos en las rutas que llevan a Asia los arándanos nacionales, la soya de Brasil o el cobre de Chile.
Cansado y con las manos vacías, Rafael Ávila vuelve a tierra. “He estado en el agua todo el día y siempre necesito ir más al fondo”. El pescador, de 28 años, ahora necesita ”un barco más grande y más caro para llegar a los peces”.
El puerto pesquero que daba trabajo a buena parte del pueblo ha perdido ritmo y hay una zona a la que ya no pueden entrar. Las pequeñas embarcaciones se arremolinan cerca de la orilla.
Rosa Collantes, de 40 años y madre de dos, trabaja desde niña cortando en trozos el pescado que llega a la playa.
Cree que los barcos —que comenzarán a llegar de Asia con más frecuencia desde finales de enero de 2025, incluidos los más grandes del mundo de 400 metros de largo y con capacidad para 18.000 contenedores de 20 pies— provocarán la huida de los peces. “Es un monstruo el que va a llegar acá, a jodernos… Ahora tendremos que mendigar”, añadió con las cejas erizadas.
“Traen progreso para la gente que tiene plata, pero para la gente humilde, ¿qué es lo que van a traer?”, se preguntaba.
También hay quejas entre los vecinos que no se dedican a la pesca, pero que buscaban una oportunidad laboral al calor de la nueva obra.
Desde la puerta de su cabaña en una colina desértica, a un kilómetro de distancia del puerto, Nelly López, una abuela de 47 años divorciada, se resigna por no dar el perfil. La mujer pertenece a esa gran mayoría de peruanos, un 82% del total de 33 millones, que nunca accedieron a estudios técnicos o universitarios.
“En la empresa te piden una carrera corta, si no la tienes no te aceptan”, dijo López. A diario busca un trabajo. A veces recibe nueve dólares por recoger cosechas de papas en campos agrícolas, como ayudante de cocina o limpiando casas. A veces, ayuda en un comedor comunitario donde le regalan el almuerzo para ella, su hija y sus tres nietos.
La hija de López, Llasumi Andahua, madre soltera de 29 años, afirma que la barriada donde vive es insegura, no tienen la protección policial que goza el puerto y prácticamente viven “en medio de la basura”. Andahua, quien no completó sus estudios de cosmetología, fue a buscar un empleo —”aunque sea de barrendera”— sin lograrlo.
Mira las grúas de más de 96 metros de altura y a los obreros con sus cascos blancos que culminan la construcción de la primera fase del puerto, que tiene cuatro muelles. En la próxima década, el proyecto busca alcanzar los 15 muelles y sumar 3.500 millones de dólares de inversión.
“Siento una gran rabia, tristeza, una impotencia, porque digo ‘hubiese sido lindo que nos den oportunidad a todos’”, comentó Andahua.
Las autoridades en la capital y los gerentes de COSCO Shipping —la estatal china dueña mayoritaria del puerto— coinciden, por el contrario, en que el beneficio se extenderá.
“Es importante que los jóvenes también hagan un cambio radical a la forma de elegir su carrera”, dijo en octubre a la prensa local el ministro de Trabajo, Daniel Maurate, sobre la necesidad de tener trabajadores especializados para Chancay.
Los empleos dentro del puerto no son numerosos porque será una terminal “con mucha tecnología”, matizó. Mario de las Casas, gerente de relaciones institucionales de COSCO Shipping, apuntó hace una semana que dos de los cuatro muelles estarán 100% automatizados.
No obstante, el ministro calculó que se crearán unos 20.000 empleos a “mediano y largo plazo” cuando se construya un complejo industrial llamado “Chancay Park”, que incluirá edificios e infraestructura vial.
“Tú no puedes hacer un puerto de última tecnología y tener al costado una ciudad que no tiene agua potable, que no tiene desagües, el hospital colapsado y no tiene centros de estudios”, comentó De las Casas y añadió que las aguas residuales desembocan en la bahía porque no existe una planta de tratamiento. El gobierno planea iniciar estudios de saneamiento en 2025.
Pero entre los pobladores y, sobre todo, entre los pescadores de más edad, reina el escepticismo.