Reserva Los Caracoles: una iniciativa privada para preservar el bosque nativo en Santiago del Estero

Ubicada en Santo Domingo, a unos 10 kilómetros de la ciudad de Santiago del Estero, la reserva ecológica Los Caracoles es un refugio de 45 hectáreas de bosque nativo que surge como un baluarte de conservación en una región amenazada por la urbanización y el desmonte.

Este proyecto impulsado por Pablo Muratore, un abogado especializado en Derecho Ambiental, junto con su familia, se convirtió en un espacio fundamental para proteger la biodiversidad local y acercar a la comunidad al entorno natural.

Muratore encontró su vocación a través de sus estudios en la Universidad Nacional de Tucumán. Emprendió el proyecto con la intención de desarrollar un lugar donde la gente pueda conectarse con la naturaleza. Inicialmente pensado como un camping temático, Los Caracoles evolucionó para convertirse en una reserva ecológica dedicada a la preservación del bosque nativo.

“Con el tiempo, el proyecto fue creciendo y hoy la familia se ha volcado plenamente en la conservación del terreno, abriendo senderos y creando espacios de aprendizaje para visitantes de todas las edades”, relató Muratore.

La Voz visitó la reserva Los Caracoles y Mayumama invitado por Greenpeace Argentina, con el objetivo de conocer estas experiencias alternativas para proteger el bosque nativo de los desmontes.

Un corredor natural para la fauna autóctona

Los Caracoles no está aislada. Forma parte de un corredor verde que incluye a otras dos reservas familiares, Mayumama y Costa Sachayoj, conectadas a través de un albardón que permite la circulación de especies nativas entre ellas.

En conjunto, estas áreas privadas suman 93 hectáreas que, junto a los terrenos de dominio público adyacentes, conforman un corredor ecológico de aproximadamente 300 hectáreas que alberga una notable biodiversidad de flora y fauna.

“Este corredor es un refugio para especies como el puma, el guazuncho y el chancho del monte que encuentran en estas reservas un hábitat seguro frente a las amenazas del desmonte y la urbanización”, explicó Muratore, destacando la importancia de conservar la conexión entre estos espacios.

El abogado y ambientalista subrayó el valor de este pulmón verde, que permite a los habitantes de la ciudad capital acceder a un espacio de biodiversidad único en la región.

En los últimos años, especialmente durante la pandemia, la reserva experimentó un crecimiento en el número de visitantes, convirtiéndose en un espacio clave para la educación ambiental.

Los Caracoles recibe actualmente cerca de 600 visitantes mensuales, entre ciclistas, grupos escolares y personas interesadas en conocer el ecosistema local.

Las personas que asisten a esta reserva tienen la oportunidad de explorar senderos que serpentean a través del bosque nativo, donde pueden observarse diversas especies de plantas y animales en su hábitat natural.

“Permitimos que las escuelas vengan para que los alumnos reconozcan especies nativas y comprendan que esto no es un zoológico, sino un lugar donde los animales viven en libertad”, diferenció Muratore.

Además de actividades de observación, la reserva organiza eventos y jornadas educativas que incluyen disciplinas como el coaching ontológico y la medicina holística, promoviendo el bienestar y la conexión con el entorno natural.

Estas actividades buscan sensibilizar a la comunidad sobre la importancia de cuidar el medio ambiente y respetar la biodiversidad en su estado natural, generando un espacio de aprendizaje y encuentro en contacto directo con la naturaleza.

El reto de la autosustentabilidad

Uno de los mayores desafíos para Muratore y su familia es mantener la reserva de forma sustentable sin perder su misión de conservación. “Sabemos que cualquier proyecto turístico debe regirse por principios comerciales, pero queremos evitar que el mercado sobrepase nuestra esencia de respeto y cuidado de la naturaleza”, indicó.

A través de actividades de bajo impacto ambiental y el apoyo de la comunidad, Los Caracoles intenta encontrar un equilibrio que permita su autosustentabilidad sin comprometer su objetivo de preservar el bosque nativo.

Además, Muratore y sus socios están en la búsqueda constante de nuevas formas de financiamiento y alianzas que les permitan expandir y consolidar el proyecto.

“Estamos convencidos de que la reserva puede funcionar como un modelo de conservación que inspire a otros a valorar y a proteger los recursos naturales en toda la región”, afirmó el abogado, quien también ve en la difusión del proyecto una herramienta clave para sumar apoyos.

La amenaza de los incendios

A pesar de su compromiso ambiental, la reservas Los Caracoles enfrenta riesgos constantes debido a la sequía y al uso inadecuado del fuego en los terrenos cercanos.

El 22 de septiembre, un incendio que comenzó en un área vecina afectó gravemente la reserva, destruyendo vegetación y obligando a varias especies de fauna a desplazarse. Años atrás, la misma reserva sufrió otro incendio donde perdieron la totalidad de 10 hectáreas de bosque nativo. Sin embargo, este último fue de mayor impacto porque arrasó con una superficie aún más amplia.

“Muchas personas que compran terrenos en la región suelen utilizar el fuego como método rápido para desmontar, lo que genera un peligro para las áreas naturales cercanas como la nuestra”, advirtió Muratore.

Según el ambientalista, después de un incendio un área puede volver a su estado natural en un plazo de 10 años, siempre que haya temporadas de abundante agua o zonas cercanas a propiedades donde el riego artificial ayude en su recuperación. En condiciones de sequía, como la que se está atravesando, el proceso de regeneración puede demorar más de 20 años.

Muratore hizo un llamado a la comunidad para tomar conciencia sobre los efectos devastadores del fuego en los ecosistemas y adoptar prácticas más responsables en el uso de la tierra.

“El mensaje que quiero dejar es que tenemos que apreciar la naturaleza tal y como es y esforzarnos por conservarla. No debemos modificar el bosque, sino valorarlo en su estado original”, concluyó.

Para Muratore, la preservación de Los Caracoles y el corredor ecológico que representa no solo es un proyecto personal, sino una contribución al futuro ambiental de la región.

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