La sociedad demanda una educación de calidad
Los esfuerzos que hace una parte considerable de la sociedad cordobesa para brindar a sus hijos una educación de calidad demuestran no sólo la mala situación económica en que se encuentra una amplia franja de la población, sino la fuerte valoración de la educación que aún sobrevive en nuestro medio.
La Voz publicó un informe sobre el tema el pasado domingo. Los testimonios eran por demás elocuentes. En el imaginario social, se ha instalado hace tiempo que la educación de gestión privada ofrece mayor calidad que la educación de gestión pública. Por lo general, eso no se traslada a la práctica. Las evaluaciones nacionales e internacionales no suelen marcar una gran diferencia entre el rendimiento de los alumnos de cada uno de esos dos subsistemas. Pero igualmente las familias se mueven en función de sus impresiones y no dudan en hacer el esfuerzo de mandar a sus hijos a una escuela privada, como se dice habitualmente.
En esos establecimientos educativos, al pago de una matrícula anual y de las cuotas mensuales hay que sumar gastos en uniforme y en otros rubros. La cifra mensual puede resultar muy alta para un hogar con ingresos promedio y recurrentes pérdidas del poder adquisitivo frente a la inflación. No importa. La familia tiene un objetivo que lo justifica: apuesta por lo que califica como una educación de calidad para sus hijos, convencida de que ello significará, a futuro, una mejor posibilidad laboral o una satisfactoria inserción en la educación superior (terciaria o universitaria).
Los colegios son conscientes de esta situación e intentan acompañarla. Ante una inflación interanual que supera el 200% en el período octubre 2023-octubre 2024, el aumento de las matrículas en casi todas las escuelas privadas para el año próximo se ubicará por debajo del 150%. Por eso hay planes que permiten pagarla en cuotas, ya sea de manera directa o a través de tarjetas de crédito.
Hay niños que afrontan los gastos educativos con el apoyo económico de tías y abuelos. Hay madres que venden comida para juntar el dinero que les permita afrontar el gasto extra de la matrícula en estos meses. En uno de los casos relevados por este diario, en el pago de las cuotas escolares de un niño que está a cargo de una abuela jubilada colaboran algunos padres de sus compañeros.
Educación y trabajo son dos motores fundamentales de la movilidad social ascendente. Quienes terminan el ciclo educativo obligatorio acceden a mejores trabajos que quienes no lo consiguen. Mejores condiciones laborales implican un mejor salario. Además, quienes deseen seguir estudiando necesitan contar con el certificado de finalización del secundario y deben poder moverse con cierta autonomía en el proceso de enseñanza y aprendizaje que impera en el nivel superior. Ahí también adquiere su importancia lo que se haya aprendido durante los años de educación obligatoria.
Como es lógico, si para muchas familias es síntoma de una derrota sociocultural el hecho de que sus hijos asistan a una escuela de gestión pública, el Estado tiene por delante una profunda reflexión autocrítica, para elaborar un programa que permita revertir cuanto antes esa preocupante evaluación social.