La calma en los mercados debe apurar las reformas

Desde hace unas semanas, pero en especial tras la sanción del veto a la Ley de Financiamiento Universitario, Argentina vive una calma en los mercados financiero y cambiario.

Por distintos motivos, los inversores apuestan a los bonos y a las acciones argentinas, además del éxito en el blanqueo de capitales, que aporta dólares a las operaciones.

Argentina tiene hoy un riesgo país que retrotrae la situación a cinco años atrás; los dólares financieros –contado con liquidación (CCL) y “dólar bolsa” (MEP)– recortaron la brecha con la cotización oficial, y la inflación se desaceleró en septiembre.

Estos indicadores refuerzan la apuesta de bancos y de casas de inversión en los papeles argentinos, lo que induce una calma financiera que, a grandes rasgos, no se repetía desde mediados de la gestión de Mauricio Macri.

Sin embargo, esa apuesta –reforzada por la baja de la tasa de interés de Estados Unidos– puede trastrocar rápidamente, como sucedió a fines de abril de 2017.

En ese momento, el informe de un banco de inversión alertó sobre los posibles problemas de pago de la deuda del gobierno de Macri.

Esa alerta dio inicio a un declive financiero que no pudo ser sostenido ni aun con un préstamo récord del Fondo Monetario Internacional (FMI), que aún hoy se está pagando.

La negativa experiencia puede servir de alerta para la gestión de Javier Milei y sus funcionarios, quienes exaltan el buen momento que vive el país en los mercados.

El Gobierno debería apurar la unificación de tipo de cambio, para evitar especulaciones que benefician a algunos sectores –la importación, por caso– y perjudican a otros, como la actividad industrial.

La decisión de llevar la inflación a menos del 2% mensual o a cero empujó a las autoridades a reducir drásticamente los aranceles de 89 artículos, muchos de los cuales se producen en el país.

La Unión Industrial Argentina (UIA) alertó que la parálisis local, junto con impuestos y costos laborales no competitivos, ponen en peligro de subsistencia a fabricantes de neumáticos, de electrodomésticos y de alimentos, entre otros.

Para evitar la experiencia de los últimos años de la convertibilidad, el Gobierno debe colocar a los industriales locales en igualdad de condiciones que los extranjeros.

La reducción de impuestos y una modernización de las relaciones laborales aparecen como urgentes en este contexto de apreciación del peso e ingreso de productos importados.

La recuperación de la industria no será factible en pocos meses sin una apertura gradual y el incentivo a incorporar tecnología y la innovación.

Los capitales financieros internacionales podrían fugarse cuando el superávit financiero se reduzca o desaparezca.

Estos factores deben motivar a las autoridades a poner en marcha los mecanismos que faciliten una permanencia de los inversores en los mercados locales, por un lado, y la modernización de las fábricas locales, en otro sentido.

La calma financiera es una oportunidad para evitar repetir los errores del pasado y avanzar en el desarrollo de la estancada economía argentina.

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