La seguridad alimentaria, en riesgo

Los números duros de las proyecciones económicas en la Argentina vaticinan tiempos de mayores ajustes y de sacrificios, lo cual pone en riesgo la situación de amplios sectores de la población que desde hace años sufren la asfixia de una crisis implacable.

Sería pertinente que a la par de aquellas perspectivas de puro corte fiscal, quienes tienen el deber de gobernar tomen nota de que hay gente que pasa hambre o a la que no le alcanzan los recursos para completar las comidas diarias.

Ya no se trata sólo de examinar la pobreza estructural que golpea a los sectores carenciados a niveles de indigencia, sino también a grupos de familias que se cayeron de la clase media y que enfrentan situaciones angustiantes, como pedir alimentos de descarte en almacenes, verdulerías y carnicerías.

Que quede claro: no estamos ante una presunción tomada a la ligera. Desde el propio Centro de Almaceneros de Córdoba admiten que al final de cada jornada hay gente que se arrima a esos negocios para preguntar si no les quedó algún alimento de descarte que no se pondrá a la venta.

Los cálculos del ajuste siguen su marcha inflexible, mientras el hambre golpea la puerta de los más humildes. “El hambre disponible”, como imaginó el recordado escritor uruguayo Mario Benedetti para incluir en su poema El sur también existe.

Los datos son elocuentes: como informamos días atrás, el director general del Centro de Almaceneros, Germán Romero, reveló que la situación es muy compleja y que crece el número de personas que (aun sobreponiéndose a un estado de impotencia y hasta de cierta vergüenza) acude en procura de algún alimento de descarte o próximo a vencer.

Es de valorar, en ese contexto, la solidaridad de los comerciantes minoristas frente al nuevo fenómeno de los mendicantes, que se refleja, además, en el sostenido incremento de menores y de adultos que concurren a los comedores y merenderos populares que abundan en la ciudad de Córdoba.

En sintonía con estadísticas de distinto origen que nos colocan de cara a la escalada de pobreza y de indigencia en el país, el dirigente exhibió datos propios del Centro de Almaceneros. Según el último informe, en casi el 50% de las familias encuestadas alguien dejó de ingerir al menos una comida diaria por la falta de recursos para pagar comestibles.

El problema, huelga remarcarlo, adquiere dimensiones inamisibles cuando niños, niñas y adolescentes se van a dormir con una módica taza de leche o de mate cocido y un trozo de pan.

Calificados organismos internacionales advierten a menudo sobre los riesgos que implica el deterioro de la seguridad alimentaria y de la nutrición en el mundo, con eje en la problemática de la niñez.

Lo cierto es que mientras la política doméstica parece enfocada en posicionamientos electorales de largo aliento y en pavoneos de cartel, la pobreza va mostrando su cara más cruel: la del hambre.

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