Entrevista a Acru: Me da vergüenza estar todo el tiempo en las redes

El rapero Acru llega a Córdoba tomando el camino más largo. Porque cuando la pandemia llevó a todos a un momento de introspección, él eligió compartir, anhelar profundamente el momento de poder salir para socializar su música. 

Del mismo modo, cuando la industria musical les aconsejó a los entretenedores del hip hop o de géneros urbanos presentarse con puesta elemental de dee jay y vocales, él decidió armar banda completa. 

Con ese espíritu combatiente del “deber ser”, vuelve Acru a nuestra provincia, donde tiene previstos shows en Río Cuarto (este viernes) y en Córdoba capital (este sábado, en Club Paraguay). 

“Quería hacer esto antes de la pandemia. Ya estaba en contacto con estos músicos porque mi pretensión era elevar todo a un nuevo nivel, con mis canciones interpretadas por sesionistas”, dice el artista de 23 años enrolado como Agustín Cruz. Y que, como otros tantos contemporáneos, decantó como solista luego de un febril pasaje por las ardientes plazas del freestyle

No obstante, su música tiene un fragor de “vieja escuela” nada concesivo. 

El Acru rapero le debe mucho al patio de la secundaria. (Gentileza prensa Acru/ Facundo Schedran)

“Sentí que con banda completa se abría un campo de posibilidades, de funcionamientos, de colores, de texturas, de ritmos. Distinto de que si todo es disparado por samplers y pistas. Energéticamente, te enriquece tener a alguien al lado tuyo, hace que se abran nuevas puertas. Y esa misma necesidad me hizo ver con qué músico empatizo”, amplía Acru antes de detallar con quiénes lo hizo. 

“En pandemia dije voy a ver qué está haciendo tal y tal –precisa–. Era difícil porque estaba todo parado. Ya tenía a Haze, que estaba como dee jay en mi última gira. Y al toque se sumó Tomi Sainz, un batero increíble al que siempre le gustó el género. Luego llegó Martín Varela, un bajista tremendo que venía de tocar con una banda llamada Román;  muy buena de jazz, de soul…”. 

“Y logré que se copara Facundo Cassettari, quien me acompañó cuando que yo era chico, desde que me animé a rapear en un escenario. Empezamos a juntarnos y, de a poco, entramos en una que no pudimos volver atrás”, suma el también grafitero. 

Acru entiende que económicamente no es aconsejable afrontar una gira nacional con boleterías acotadas con formato numeroso y expansivo, pero dice que tocar con estos pibes lo enriquece artísticamente. “Estoy invirtiendo en mi conocimiento, en mi energía. Compartiendo con ellos, logro eso. Y supongo que lo mismo les pasa a ellos en relación conmigo. Llevamos una experiencia a otro nivel, ganamos todos”, asegura el rapero, que cuenta con dos discos de estudio, El origen (2017) y #Anonimato (2018). 

–¿Sos el emergente del “freestyler” que lleva una carrera solista más “old school”?

–Trato de cuidar la esencia que me moviliza. Me encanta indagar, explorar, llegar a lugares nuevos, enriquecerme… Pero tengo fuerte esa cuestión originaria en mi música, y le doy valor. No hay demasiados haciendo lo que estoy haciendo. Me pone contento, pero todo resulta muy natural. El día que sienta que tenga que moverme, me moveré. Trato de que la esencia, el trasfondo de lo que digo, de cómo lo digo y del juego métrico siga estando porque, considero, es lo que hace crecer al estilo. 

–Despertás a este mundo en un recreo de la secundaria. ¿Pero con qué música llegaste hasta ahí y con qué otra avanzaste desde ahí?

–El contacto con la música lo tuve desde muy chico. Mi papá es escritor; entonces, escribía y ponía música de fondo. Mientras, en otro lugar de la casa, mi mamá estaba con sus cosas y pasaba lo mismo, ponía música. Cada cual escuchaba lo suyo… Y así fue como de chico me copaba, mientras dibujaba (mi otra pasión), con Mercedes Sosa, el Flaco Spinetta, Joe Cocker, Led Zeppelin, Santana, Rage Against The Machine, Bob Marley, León Gieco y con Rodrigo. En la secundaria me metí en la movida del hip hop y empecé con las canciones de los chicos más grandes, que las subían a Internet. 

–Ellos fueron la guía, entonces. 

–Sí, porque de a poco fui hablando con ellos y me decían “ahora estamos copados con La Conexión Real”, una agrupación de rap argentino. “Y con estos artistas de Cuba…”. Me iban dando info de distintos raperos y así, por ejemplo, llegué a Los Aldeanos (cubanos) y a otros raperos de Chile. Fui completando un álbum de figuritas con raperos de cada país. Hasta que me decidí ser yo una figurita. 

¿Y cuáles fueron las circunstancias que te llevaron de ser un “freestyler” respetado en El Quinto Escalón a tener una carrera solista?

–Fue una decisión personal. Porque, antes que nada, conocí a las bandas, los discos, la situación de la presentación en vivo de esos discos, las canciones. Estaba curtido en ese mundo como oyente… Y, de repente, después de eso llego al freestyle… Cuando llego al freestyle, ya tenía esa concepción musical. Mi paso por el freestyle siempre tuvo esa preocupación de que mis rimas tuvieran una estructura de canción. Esa necesidad natural hizo que me dijera “no quiero estar más en el freestyle, quiero grabar, ver qué se siente compartir con gente en un estudio”. Tener mis primeras experiencias en ese plan, aspirar a mi primer videoclip, que en ese momento era una locura. Me fue llevando esa necesidad, pero di con gente increíble que me marcó. Como Tóxico, el productor de mi primer disco. Hubo gente que me estimuló esa mayor posibilidad de seguir buscando. 

–¿Qué dirías de tu regreso a las batallas en la Red Bull de 2020? ¿Tu nombre se anunció con cierta pompa porque volvías después de tres años de ausencia?

–Hubo cosas que estuvieron relindas. Me convocaron sin que yo estuviera participando de eventos de la cultura… Entonces, en su momento, viví la sensación real de curiosidad, de ver qué me encontraba ahí. Fue revivir a ese Agustín que competía desde chico. Lo hice por mí, para ver cómo me encontraba con ese mundo después de tanto tiempo. Los competidores me hicieron sentir hermoso, vivieron como una fiesta el hecho de que yo estuviera ahí con ellos. Fue increíble eso, porque son ellos los que están vigentes. Estar en ese lugar de prestigio fue muy gratificante. Pude participar de un evento de freestyle con otra información, con otra forma. Sumó. 

–¿Tuviste que readecuarte? 

–Hay que readecuarse. Hay muchos chicos que están muy vigentes, que compiten cotidianamente. Si quisiera competir, tendría que trabajar duro. Pero siento que, a mi forma, y para el tiempo que pasé sin competir, hubo cosas que resolví bastante bien. 

–¿De qué irá tu tercer disco? ¿Qué te interpela para rapear en este momento?

–No voy a adelantar mucho sobre el disco nuevo y sus conceptos… Me sale decir que hay una línea que recorre todas las canciones, pero la idea central es la de la versatilidad, la de llevar mi música a lugares nuevos.

–Una pregunta acerca de  “#Anónimo”. ¿Te seduce pasar inadvertido?

–Cuando hice ese disc, quise que la obra estuviera por delante del artista. Qué sé yo, no vivo subido al escenario todo el tiempo. La gente siempre me trata con respeto, con cariño. Más allá del amor que pueda despertar mi música, nunca me abordaron de una manera desbordada. Desde mi lugar, trato de compartir sensaciones con la gente que se siente tocada por mi música. Gracias a esas personas, estoy donde estoy. Más allá del empuje que pueda poner, son esas personas las que resuelven mi destino. Igual, me cuesta el tema de las redes. Me da un poco de vergüenza aparecer seguido por ahí. Prefiero producir música que estar todo el tiempo en las redes. De a poco uno va como amigándose. Trato de estar lo más tranquilo posible y pensar que mi momento sólo está en el escenario. Cuando me bajé de ahí, siempre estoy en la que estoy. 

–¿Abandonaste el grafiti?

–No. El grafiti es la única expresión gráfica que me acompaña. Estudié ilustración y artes visuales y, de repente, terminando esa carrera me pintó la música y casi que no volví atrás. El grafiti me acompaña, lo vivo de otra forma, con otro ritmo. El de ir a pasar una tarde en un paredón, tomando algo fresco y disfrutando. Es como una salida al río. 

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Acru, de la gorrita. (Gentileza Prensa Acru/ Facundo Schedran)