Barbi Recanati: La etiqueta de referente no me divierte mucho
La nota con Barbi Recanati arranca con un aviso doméstico: su hijo duerme y bajo ningún punto de vista hay que hacer ruido para despertarlo, lo que hace replantear las estrategias del llamado telefónico.
Recanati siempre fue reacia a dar notas y cuando lo hace, intenta siempre bajar la presión a las etiquetas, a sus logros y a su lugar dentro del ecosistema musical argentino, que la tiene sobre los escenarios desde su pasado al mando de Utopians, banda que disolvió cuando salieron a la luz las denuncias de acoso contra su guitarrista Gustavo Fiocchi.
La última charla de VOS con ella fue hace más de un año y en todo ese tiempo sus proyectos se intensificaron: hace meses lanzó un disco que aún no presentó ante sus seguidores, su podcast Mostras del rock fue tan exitoso que se transformó en un libro y acaba de romper un récord dentro del festival GRL PWR al agotar entradas gratuitas en menos de 15 minutos para un show en Parque Centenario, Buenos Aires. Todo eso apuntalado por su trabajo en Goza Records, el sello independiente que da soporte a artistas transfeministas.
El disco y su karma
Ubicación en tiempo real es el nombre del disco que vio la luz al mismo tiempo que iniciaba la cuarentena el 20 de marzo. En ese momento histórico que marcaría las vidas de muchos, las plataformas ofrecían un puñado de siete canciones exquisitamente trabajadas que fueron creadas con expectativa cero.
Recanati cuenta que en sus 13 años de carrera discográfica fue la primera vez que no se internó a componer y a grabar un disco exclusivamente. Por el contrario, lo fue haciendo en paralelo con todos los otros proyectos que ocupaban gran parte de su entusiasmo y de su tiempo, entre los cuales está su reciente maternidad.
“No pensaba hacer un disco. Primero, apareció una canción y la grabé; y después, aparecieron otras canciones y las grabé. Juan Manuel Segovia y Tomás Molina Lera fueron los ingenieros y productores, y además son el guitarrista y el baterista del proyecto. Ellos me acompañaron todo el año y sacaron lo mejor de mí”, resume.
Asegura que el material tuvo “cero porcentaje de presión” y que supo a la séptima canción que no quería incluir otra; eso lo hizo aún más “liberador”.
“Me pasó algo muy loco y es que cuando llegué ahí, me dije ‘este disco son estas siete canciones, no hay ninguna más’. Jamás hubiera accedido a ese número en otro disco”, dice. Y luego agrega: “Fue la primera vez que las siete canciones me fascinaban”.
Con el bajo perfil que la caracteriza, asegura que cada vez que termina un material suele sentir vergüenza y es muy autocrítica, algo que no le pasó esta vez y, muy por el contrario, dice que disfruta Ubicación en tiempo real como si no fuera suyo.
La estrategia inicial era que el disco fuera producto del deseo de sus músicos y que no hubiera intención de “hacerlo funcionar”, por eso lo lanzaba justo el día en el que ella estaría tocando en un festival de Austin, Estados Unidos. Sin embargo, el destino lo torció todo y se transformó en la compañía de mucha gente en el encierro de la pandemia.
Ella lo resume así: “En su momento, pensé: ‘Quiero que el disco salga y no me quiero enterar de que salió, quiero estar en otro país tocando y volver una semana después, no hacer notas, no ver nada en redes'”. Lo curioso fue que pasó todo lo contrario porque debieron suspender la gira, volver de México y pasar una cuarentena estricta con los músicos en una casa sólo con internet. Y no quedó otra que recibir el feedback de su público y de los medios. Según dice, ese fue el “karma del disco”.
Una “Mostra”
Su último proyecto es la edición de un libro junto con la artista visual colombiana radicada en argentina Powerpaola. Mostras del rock surgió de su podcast en Futurock, que repasa la historia invisibilizada de las mujeres dentro de la música mundial en el siglo 20.
En el podcast entreteje relatos de vidas y de carreras musicales que se van conectando entre sí, sobre todo porque las mismas artistas van nombrando a otras mujeres que fueron referentes y soportes. Así, en los capítulos del podcast se puede descubrir que el primer blues propiamente dicho fue grabado por “Mammie” Smith y que todas las mujeres que vinieron después recogieron el guante de sus predecesoras.
Entre los nombres, se recuerda el legado de Joni Mitchel, Carole King, Odetta Holmes y otras más populares, como Janis Joplin, Patti Smith o Debbie Harry. Decenas de artistas vuelven a estar en la mira dentro de sus relatos.
Según Recanati, estos proyectos son ideas que “siempre se escupen en Futurock” y ella no se puede resistir. Cuando le propusieron hacer un libro, rechazó la idea de escribir, pero comenzó a buscar alternativas para llevarlo adelante en un formato más híbrido. “Estaba segura de que no quería hacer un libro de texto. Quería hacer un material al que yo hubiese querido acceder a los 14 años y a esa edad no me hubiese querido comprar un libro de texto sobre música, pero una novela gráfica o un cómic los hubiera comprado 10 veces”, dice.
El resultado es una mezcla de novelas gráficas, cómics, stickers, pósters, retratos. Ella lo define como “un libro lleno de arte gráfico de Powerpaola que va recorriendo los relatos con diferentes técnicas”.
Sobre la investigación que derivó primero en el podcast y luego en el libro, cuenta que no fue exhaustiva desde lo documental, fue más bien un proceso de prestar más atención a la influencia de las mujeres en la música. Asegura que el material está dando vueltas en artículos y en entrevistas, pero muchas veces son pasadas por alto: “Por ahí hay historias que ya las leíste, pero si les prestás atención, descubrís otra mirada”.
Sobre el valor que tuvo (y que hoy se reivindica desde los feminismos) reconocer el trabajo de otras mujeres y minorías para darles visibilidad, dice: “Cuando las escuchás, te das cuenta de que las músicas se iban acompañando, había complicidad, protección y unión entre ellas. Sus historias sobreviven porque había otras alrededor ayudando, acompañando”.
Sin embargo, Recanati advierte que ese proceso que era común aun entre varones que apoyaban a mujeres entre las décadas de 1920 y 1950 se fue perdiendo a medida que el capitalismo fue ejerciendo control: “Cuando la música se vuelve más mainstream, la mujer va ocupando un lugar más específico y pequeño. Las lesbianas, las trans, no binaries y afros fueron cada vez más encasillados y es como si eso hubiese empeorado con el tiempo”.
A gozar mi amor
Goza Records se fue transformando en el último tiempo en el trampolín que muchas artistas necesitaban para poder expresarse en productos que tuvieran llegada al público gracias a la difusión de Futurock. Las cordobesas de Tranki Panki, con su disco Marea Negra, están entre las decenas de músicas que recibieron este apoyo al consideraron clave.
Cuando arrancó el proyecto, tenía la idea de salir a buscar artistas nuevas, pero el fenómeno se hizo tan grande, y al estudio llegaron tantas propuestas interesantes, que Recanati decidió priorizarlos y planear estrategias que potencien lo que humanamente pueden hacer.
“Ahora nos enfocamos en dar apoyo a proyectos de bandas que recién empiezan o que tienen menos posibilidades de contacto, y que tal vez no tienen bandas amigas o acceso a reunirse con distribuidoras digitales. También tomamos proyectos que necesitan ayuda para terminar un disco; por ejemplo, ahora estamos con Chocolate Remix”, dice sobre este sello sin fines de lucro que se sostiene con trabajo ad honorem.
Aunque Barbi no lo asuma, sus pares la toman de referente por todo el trabajo que viene realizando como agitadora cultural, sobre todo de los transfeminismos.
“La etiqueta de referente no me divierte mucho y por muchas razones. Es como que hacés algo y te empiezan a plantear por qué no hiciste otras cosas, y te vas a dormir diciendo ¡no tendría que haber hecho nada! Y yo le escapo un poco a eso”, dice.
Tiempo atrás, cuando todavía se debatía el cupo femenino en festivales, Barbi esquivaba a posicionarse a la cabeza de esa lucha que finalmente se coronó con la sanción de la ley en 2019. Hoy se explaya y explica por qué: “Todo lo que se hace en pos de la igualdad ayuda, pero además hay un montón de otras cuestiones que son igual o más importantes que el cupo y se terminan dejando de lado”.
Asegura que ese debate ocupa un lugar muy específico dentro de la cadena de la música y que atañe sólo a festivales: “Hay un montón de cosas en la música que si no las empujamos entre todes, da igual que exista la ley de cupo”. Y advierte que falta equidad “en los estudios de grabación, los ciclos musicales, los bares, la radio, la producción, la técnica y, por supuesto, los sellos discográficos”.
Y remata con otra idea: “Hay algo que se dice y es que no todes quieren tocar en un festival, y está bueno poder vivir en la contracultura y el underground con orgullo. No todes están fuera del mainstream porque no la pegaron, también es una decisión política hacer música que no es comercial y no querer tocar para tanta gente. Creo que esos son los lugares que más hay que cuidar porque es donde hay más arte, más palabras y donde hay más luz”.
Otro libro que suma datos a la temática
El interés por revisar la historia y echar luz sobre los relatos de mujeres que fueron invisibilizadas viene reflejándose en libros de todo tipo: políticos, sociológicos, históricos y también musicales.
Mostras del rock plantea de manera más lúdica las vidas y obras de compositoras e intérpretes del siglo 20 en el mundo pero además acaba de ser editada otra publicación que pone el foto en Argentina y se titula Brilla la luz para ellas.
Bajo el lema “historia urgente”, Marea editorial lanzó el libro de la periodista Romina Zanelatto en el se trabaja de forma integral la participación de las mujeres en el rock argentino.
La recopilación intenta responder preguntas que hasta ahora no fueron respondidas en su totalidad en una sola publicación: ¿Quiénes fueron las pioneras? ¿Cuál fue la tradición rockera femenina que se fue gestando desde la década 1960 hasta nuestros días? ¿Por qué la historia casi no las registra?
Este libro le demandó a su autora una minuciosa investigación sobre aquellas vidas poco contadas y muchas veces ninguneadas desde la industria musical. Habla no solo de las mujeres que tuvieron que “esquivar los botellazos del público” para poder hacerse un lugar sino también de las que quedaron en el camino.