Entrevista a Fernando Szeresevsky: “No concibo imposibles”
En los últimos meses, Fernando Szeresevsky ha aparecido en dos documentales de rock que tienen en común a un protagonista: Juanse.
El primero fue Juansebastian, de Diego Levy, que releva el vuelco decidido hacia el cristianismo del artista desaforado que alguna vez cantó “no tengo religión, tengo ansiedad”.
Y el segundo y más reciente es Rocanrol Cowboys, una producción de Netflix que no sólo releva vida y obra de Ratones Paranoicos, la banda que Juanse lidera desde su fundación, sino también una reunión que parecía imposible tras años de desgaste.
En ambas realizaciones, el mánager de artistas da cuenta de su capacidad de resolución (mover contactos para generar una audiencia con el papa Francisco, por ejemplo) y de una inercia conciliadora.
¿Inercia conciliadora? Sí, una propensión a aglutinar almas dispersas, a recomponer relaciones sin retorno aparente en un mundo de egos desmesurados.
Szeresevsky hizo gestiones para que Juanse pudiera conocer al Papa Francisco (Gentileza Fernando Szeresevsky)
Esa es su especialidad, si se tiene en cuenta que, además de limar asperezas entre Juanse y el resto de los Ratones, Szeresevsky reunió en el pasado a Sui Generis e Illya Kuryaki & The Valderramas, entre otros proyectos “separados”.
“En Rocanrol Cowboys hablé un montón pero al final sólo eligieron dos frases. Hay que poner en contexto. Año 2017, enero, voy con Illya Kuryaki a Punta del Este y a Pinamar. En esta última ciudad, había quedado bien con la gente de Isenbeck, que me dijo ‘che, nos gustaría trabajar con vos, por qué no te pensás algo para un megashow que tenemos que hacer en septiembre’. Querían hacer algo distinto, un regreso, algo internacional, juntar dos bandas. Me tiraron esa misión, cuando, de casualidad, me lo encuentro a Juanse en el lobby de un hotel”, reconstruye este comunicador que se convirtió en mánager de rock por circunstancias delirantes que se expondrán más adelante.
“La realidad es que era el último año de Illya Kuryaki; Dante (Spinetta) y Emma (Horvilleur) ya habían anunciado que se volvían a separar y yo estaba con la cabeza puesta en buscar hitos, que es lo que más me calienta de mi carrera. Por no estoy para ‘agarro esta banda para ver cuánto puedo ganar’. No me interesa. El hito, algo que quede para siempre y que me ponga en un lugar especial. Y entonces, me lo encontré a Juanse en el lobby de un hotel”, amplía.
Szeresevsky, entre Emma Horvilleur y Dante Spinetta. (Gentileza Fernando Szeresevsky)
-¿Y qué pasó?
-Él estaba acodado en la barra y cuando llego, la mujer le dice “Mirá quién viene, Szeresevsky”. “¿Qué hacés? Te estaba esperando. Te estoy esperando así arreglamos lo nuestro”, me larga. “¿Qué es lo nuestro?”, le pregunto, totalmente desconcertado. “Vos tenés que ser mi mánager, man”, me precisa. Y yo voy con “¿Qué pasa con Ratones, mi banda adolescente?” Y él con “No, Ratones es imposible. Vos venís conmigo, con mi carrera solista”. Y yo termino todo diciendo “Mirá, Juanse, lo peor que me podrías haber dicho es que es imposible reunir a Ratones Paranoicos”.
-Te activó un gen “reunidor”…
-Claro, le hice saber que saqué a Charly de las peores internaciones, que reuní a Sui Generis y a Illya Kuryaki… “Bueno, yo te digo que es imposible porque lo intentaron todos, nos ofrecieron de todo y no pasó nada”, insistió. “¿Me dejás intentarlo a mí con tu aval?”, propuse. “Intentalo, dale”, accedió.
Nadie creía posible una reunión de Ratones Paranoicos. Szeresevsky la consiguió. (Gentileza Fernando Szeresevsky)
-¿Cuáles fueron los movimientos tras ese aval?
-Lo contacté primero a (el baterista) Roy, compañero de fútbol que me presentó a (el guitarrista) Sarcos y a (el bajista) Pablo Memi. Hablé con todos y cada uno me decía que no porque el otro no iba a querer. Bueno, puse en frecuencia a esas almas desencontradas. Lo más difícil fue restaurar la relación entre Sarcos y Juanse, luego de ocho años sin verse ni hablarse. Ellos dos tenían esa relación de amor – odio a la que te lleva el rock & roll. La locura, los viajes, el compartir, los recelos posteriores… Esas relaciones intensas tienen picos de amor y odio. Cuando presencié un abrazo que se dieron por cinco minutos, supe que el regreso era posible. Además, tenía abierta la relación con Isenbeck.
-¿Es parte de tu personalidad esta propensión al acuerdo, a la conciliación?
-No me considero un tipo de grandes virtudes, pero tengo una que me permite surfear estas olas desde 1996… La virtud es tan simple y compleja como conocerle la cabeza, adivinar los pensamientos, a los tipos importantes. Sé qué quieren y cómo lo quieren. Mi momento de vida preferido es proponerles algo y que miren de modo especial y me digan “eso es exactamente lo que quería”. Eso es dulce para mi oído y me confirma que estaba adelantado. Los número uno tienen una línea de pensamiento que los iguala, sean del deporte, del arte o de la política. Y quieren que des la vida por ellos. Esa es la síntesis. Mis gestiones son híper intensas. No hay cosas intermedias. Al artista lo acompaño al médico, en la nota, en el viaje, en la gira. No me pierdo ningún proceso y así me evito que nadie me tenga que explicar nada. Yo sé lo que está pasando con mi artista. Es una forma de laburo que me da resultados pero, obviamente, es la más desgastante.
Vamos ahora al cómo Fernando Szeresevsky llegó a profesionalizarse en el “managereo” del rock. Fue un proceso en el que no hubo “inferiores”, tal como expresa en jerga futbolera.
“No hice inferiores en esto. Mi primer artista fue Charly García”, se enorgullece antes de detallar su acceso al máximo prócer de nuestro rock desde los estertores del menemismo.
Menemismo, tal cual, porque Szeresevsky fue el factótum del encuentro Charly & Charly en Olivos (unos compinches García más Menem en la quinta presidencial) en cuanto agente de prensa de Alberto Kohan, secretario general de la Presidencia en los mandatos de Carlos Saúl Menem.
“A Charly lo conocí haciendo ese evento –revela-. Me preguntás el trasfondo de ese evento y más allá de que lo haya hecho yo, tiene mucha lógica del lado de Charly y otra tanta del lado de Menem. Te cuento cosas que pocos saben: venía haciendo una serie de cenas temáticas, con actores, jugadores de fútbol, escritores, periodistas. Ahí fue que Menem me pidió conocer a Charly, a quien sólo habían visto en una producción fotográfica de la revista Gente. Como fan de Charly, pensé que era imposible. Pero Menem me palmeó la espalda y me dijo ‘vos lo vas a lograr’”.
-Pura presión.
-Eso fue lo que sentí. Empecé a hacer los contactos para el encuentro. Marcelo Della Valle, el por entonces manager de Charly, venía de vivir varios años en Europa y no estaba contaminado con la realidad argentina, con el antimenemismo de fines de los ‘90. Entonces, cuando le propongo hacer el encuentro, rápidamente me dice que sí. “Me encanta tu actitud, te la agradezco, pero avisale a Charly… Seguramente no va querer”, le expliqué. Pero pasó algo que entendí tiempo después. Primero, que a Charly le encanta el poder, convivió toda su vida con él. Y después, que Charly entendió que ir a Olivos en ese momento era vanguardista y revolucionario. Estaba visitando a Menen en el ocaso de su poder. Cuando todos se alejaban, él estaba yendo. Había anunciado que no había reelección, no había chance de un nuevo mandato. No había una situación de rédito político, onda “Lo traigo a Charly para sumar votos”. Menem lo quería conocer de onda y Charly sacar una ficha de vanguardia.
Junto a los máximos exponentes del rock stone, Pity Álvarez y Juanse. (Gentileza Fernando Szeresevsky)
-¿Todo salió de acuerdo a lo previsto?
-Al principio, de ninguna manera. Había un viaje a Ecuador, pero yo me quedé para organizar que esté todo bien en Olivos el día del encuentro. El presidente aterrizaría a las siete de la tarde y, del aeropuerto en una base militar, tenía previsto ir a la cena. Pero a las cinco me llama Marcelo y me dice la frase que, más adelante, yo iba a comprender mejor que nadie: “Charly no se siente bien. No vamos a ir”. Me fui para la base aérea para dar la terrible noticia. Me quedé amargado… La cuestión es que bajan del avión y le digo a Kohan “Jefe, Charly no se siente bien y a la cena de hoy no la vamos a hacer”. “Decile vos al presidente”, me retrucó. Ya fuera de pista y dentro de la base, me le acerqué a Menem y le dije “Presi, Charly no puede, no se siente bien”. “Perfecto, Fernandito, no te hagas problema. Hablalo a Charly y decile que le deseo una pronta recuperación. La hacemos cuando él se sienta bien”.
-Alivio total.
-Eso me ayudó mucho porque, el margen conseguido, me permitió conocer a Charly. Lo fui a ver a la casa, empecé a interactuar con él, conocerle la cabeza. Entendí que el mundo Say No More era todo en su vida en ese momento. Cuando finalmente concretamos el encuentro, le propuse al presidente que en el lugar de la cena todo el mundo llevara el brazalete Say No More. Todos, los amigos, allegados, hijas de Kohan, Zulemita, los mozos y los de seguridad… Todos tenían que estar con el brazalete de Say No Mores puesto. Menem me dijo que, si a mí me parecía bien, no había problema. Pero le expliqué que lo único que me preocupaba era que el brazalete podía tener una connotación nazi. “No, no, yo entiendo el concepto”, me tranquilizó.
-¿Cómo terminó todo?
-Te cuento. Llegamos en una combi con Charly y los músicos, pero no bajamos todos juntos de repente, porque yo había acordado con Kohan que el primer encuentro debía ser sólo entre ellos dos. Y cuando apareció Menem con el brazalete, Charly enloqueció de felicidad. Lo abrazó. Fue un momento de conexión. Esos detalles hicieron que fuera una noche increíble. Charly estaba con una cámara y filmó todo. Él siempre cuenta que, cuando tocó Los Dinosaurios, lo vio emocionado, lagrimeando. Pero la reunión tuvo un final de película.
-¿Por qué?
-En medio de todo el jolgorio, Charly se para y me dice “¡Vámonos!” “Bueno, dale”. “No, vámonos ya”. “¿Pasó algo, Charly?” “Sí, la noche fue maravillosa y tiene que terminar en este preciso instante”.