A un lustro de su muerte, cinco discos fundamentales para dimensionar la obra de David Bowie

La cuantiosa y exuberante carrera de David Bowie tiene 27 discos de estudio para profundizar en la obra de uno de los mayores cantautores pop del siglo 20 (y también del 21).

A cinco años de su muerte, el ejercicio de elegir la misma cantidad de álbumes fundamentales en su carrera es definitivamente caprichoso. Esta lista no pretende entonces ser exhaustiva, y por eso se mencionan (o se omiten) otros álbumes igualmente valiosos entre las referencias.

Sin embargo, la selección pretende hacer las veces de una invitación a profundizar en ciertos momentos de una trayectoria tan amplia como los intereses de su responsable. Seguramente será también una puerta abierta para descubrir o recordar canciones y sonidos que dejaron su huella en la historia de la música popular a nivel global.

Hunky Dory (1971)

En el año en el que Hunky Dory cumple sus bodas de oro sería imposible dejarlo afuera de cualquier conteo selecto de “lo mejor de Bowie”. El cuarto álbum del músico inglés es, en rigor, el primero en el que el artista encuentra un estilo propio y una forma de decir que se volvería marca de época. Componiendo desde el piano y ya no con la guitarra, aquí aparecen algunos de los primeros bombazos de un repertorio que elevó definitivamente su nivel de refinamiento. Changes, Life on Mars?, Oh
! You Pretty Things o Quicksand son algunos de los clásicos emblemáticos de este disco de quiebre en la trayectoria personal del británico. Su siguiente álbum, con la llegada del alter ego de Ziggy Stardust, confirmaría a Bowie como ícono pop y como uno de los reyes del glam rock de aquellos años.

Low/“Heroes” (1977)

Aunque puede ser una trampa para incluir dos discos en uno, este binomio de trabajos grabados y publicados el mismo año marca una nueva aventura sónica para el artista impredecible (son dos de las tres partes de la famosa “trilogía de Berlín”, que se completa con Lodger, de 1979). Luego de años pasados de cocaína y con su vida reubicada en Alemania Occidental, Bowie trabaja con Iggy Pop, conoce a Brian Eno y abre un nuevo portal en la historia de la música contemporánea. Anticipándose al post-punk, primero Low y luego “Heroes” (grabados y editados el mismo año, y casi con el mismo equipo) son dos de las declaraciones estéticas más fuertes del inglés, con un halo experimental que se expresa especialmente en los lados B de ambos. El sonido del futuro es, también, una potente fuente creativa para Bowie, quien además de redefinir parámetros culturales en esta etapa se despacha con dos de sus mayores hits, Sound and Vision y Heroes.

Let’s Dance (1983)

Ya metido de lleno en los años ’80, Bowie llega al que sería su disco más exitoso en términos comerciales. Los tres singles que se desprendieron del decimoquinto álbum del británico fueron la canción homónima, China Girl y Modern Love, que concretan además un comienzo imbatible para una placa colorida y adaptada al sonido de época con la habitual personalidad camaleónica del británico. Con la new wave y el pop bailable como fenómenos cercanos, y de la mano de Nile Rodgers en la producción, Let’s Dance condensa el costado más extrovertido del artista. Según el guitarrista y creador de Chic, Bowie un día le mostró una fotografía de Little Richard con un traje rojo metiéndose en un Cadillac y le dijo: “Nile, cariño, así es como quiero que suene mi álbum”.

Reality (2003)

Aunque cualquier otro de sus discos de los ’70 podría ocupar este lugar, el menos obvio de la lista es, también, paradigmático en varios sentidos. Marca el regreso del productor Tony Visconti (gran aliado creativo del inglés) e inaugura un silencio discográfico que se cortó 10 años después, con el sorprendente The Next Day (2013). Pero además, cierra el coqueteo del artista con los años ’90 y deja atrás experimentos varios (como el de Earthling, su disco “electrónico” de 1997) para volver a un sonido más orgánico y relajado, de clásico viviente con banda rockera a tono. Incluye versiones de The Modern Lovers y George Harrison –un link con su afición por reinterpretar a otros artistas-, la bellísima The Loneliest Guy,
y un cierre de lujo con Bring Me the Disco King que
anticipa el espíritu de Blackstar casi 15 años antes.

Blackstar (2016)

Enigmático, sobrecogedor, oscuramente épico. Cualquier adjetivo queda corto para describir a este punto de llegada en la carrera y en la vida de David Bowie: el músico murió apenas dos días después de cumplir 69 años y celebrarlo con la edición de este disco, quizás la mayor ruptura de su larga trayectoria. Experimental, exuberante, jazzero y con un sonido que le debe mucho al ensamble de músicos que acompaño al artista en el proceso, Blackstar será recordado como una despedida a tono con el legado del británico. Para muchos, el punto culmine de una travesía artística que siempre trató de ensanchar los panoramas y las perspectivas, y de jugar permanentemente con el cambio como leitmotiv.

El quinto aniversario de la muerte de Bowie alumbra una obra como pocas en la historia de la música pop (Steve Schapiro/Facebook).