Los traperos y esas raras palabras nuevas

El resumen anual de Spotify presentado esta semana lo puso en evidencia con la contundencia de los números: el artista más escuchado este año a nivel mundial fue el portorriqueño Bad Bunny, con más de 8.300 millones de streams. Y en el tercer lugar quedó J Balvin, otro artista latino. 

La música en español, en lo que se engloba como música urbana (reguetón, rap, trap como sus principales géneros) está literalmente dominando al mundo. 

No en vano el canadiense The Weeknd –cuya canción Blinding Lights fue de hecho la más escuchada del 2020 en la plataforma– lanzó un remix de Hawaii de Maluma, con el estribillo cantado por fonética en castellano (más allá de lo desalmado que pueda sonar). 

El enorme mercado hispanoparlante, la fuerza de la comunidad latina en Estados Unidos y, por supuesto, las modas, pueden arrojar puntas que expliquen el fenómeno. 

Eso sí: esto no parece sólo un golpe de suerte, un “one hit wonder” como lo fue en su momento Macarena del grupo español Los del Río. Aquí hay una escena que a nivel masivo tuvo su primer espaldarazo con el fenómeno de Despacito y desde entonces no ha parado.

Disculpame, no te entiendo

Sin embargo, que sea música latina no significa necesariamente que esté interpretada en lo que acá se conoce por español, sino más bien por un híbrido de jerga centroamericana (ahora con epicentro en Puerto Rico, pero también con “slang” de República Dominicana) y spanglish, ese cruce callejero entre español e inglés. Es, en definitiva, un desafío entender qué están diciendo. ¿Es una exageración? Aquí un ejemplo, con el último lanzamiento de Karol G, Bichota

“Me siento bichota sin salir del bloque… / Yo también tengo una jeepeta / La tengo fuleteá’ con to’a mi’ shortie’” enuncia la colombiana a un ritmo frenético y en tono sexualizado. Para quien no está familiarizado con el estilo, sería casi intentar descifrar un mensaje en noruego. 

Por suerte está Internet, para saber que “bichota” es la versión femenina de “bichote”, palabra usada en Puerto Rico para definir a un narcotraficante de peso, o alguien con un cargo importante (por eso otra acepción es que sería la versión spanglish de “big shot”). “El bloque”, en tanto, es la cuadra. 

La “jeepeta” es como definen en Dominicana a las camionetas todo terreno, y en el caso de esta canción se toma como una respuesta a la canción La jeepeta de Nio García, Brray y Juank. En ese caso, la letra es “algo” más explícita: “Arrebatao’ dando vuelta’ en la jeepeta/ Al lao’ mío tengo una rubia / Que tiene grande las teta’ / Quiere que yo se lo meta”. Acá no habría mucho que traducir, ni metáforas que interpretar. 

Volviendo a Bichota, “fuleteá’ con to’a mi’ shortie” sería algo así como cargada con todas mis chicas. 

Los links son interminables: Fulete es otra canción de Anuel AA, y viene de “full auto”, por las armas automáticas (por eso ‘fuletaso’ es un tiro de muerte). Él también canta Joseando, que no tiene nada que ver con ningún José: viene de hustler, algo así como un estafador callejero en inglés.

Eso se emparenta con el Tu no metes cabra de Bad Bunny y su “saramambiche”, que viene de “son of the bitch” (o sea, hdp en inglés). 

La lista podría ser interminable e incluso tomar caminos más extraños: una palabra muy usada por estos artistas es pichea (que quiere decir en la jerga “olvídalo”) y entre los primeros resultados que arroja Google aparecen imágenes icónicas de Pinterest para representar como sticker esa expresión.

El idioma se está convirtiendo en algo insospechado y de formas difíciles de encasillar. 

Tiempo al tiempo

Que quede claro: no es la idea denostar estos géneros musicales por no comprenderlos, ni mucho menos. Esa es una reacción casi instintiva, que se ha venido repitiendo como loop a lo largo de la historia. Con el tango, por ejemplo, que tomó expresiones populares del lunfardo que también horrorizaban a la clase alta, hasta que la mayoría de esas palabras terminaron formando parte del vocabulario habitual. Hoy, lógicamente, suenan anticuadas. 

Y por otra parte, finalmente casi todo se reduce a la ubicación geográfica y el contexto social en el que nacen, crecen y se reproducen las canciones.

Y si no, se podría hacer una encuesta para saber cuántos porteños (o gran parte de los cordobeses) saben qué quiere decir “el vidrioso” de La Banda de Carlitos, sólo por dar un ejemplo.

Mientras, el reloj seguirá adelante y las canciones, a sabiendas o no, resultarán un signo de los tiempos. 

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