Entrevista a Rodrigo Ulloa: “El Ojo Bizarro fue un espacio anárquico”

A Rodrigo Ulloa le cabe la caracterización de “agitador cultural”. Es que el dee jay salteño logró en nuestra plaza conectar a artistas con una vibración común en la chispeante ebullición de El Ojo Bizarro, un espacio mítico a mitad de camino entre discoteca y pub con permiso para pistear. 

“El Ojo” abrió sus puertas hace 20 años y las cerró otros pocos después, tras haber aglutinado tribus diversas y haberse ofrecido como plataforma de despegue para artistas del under musical. 

Ulloa no sólo atestiguó todo esto desde la “cabina pop”, que no era otra cosa que una mesada dispuesta sobre el piso, sino que lo impulsó erigiéndose como productor. 

Luego de estimular la vieja realidad con fiestas como Limbo y Shock, en el aislamiento Rodrigo reconectó con El Ojo Bizarro movido por el 20° aniversario de su apertura. Y lo hizo ofreciendo sus sets en formato de playlist para el regocijo de los bailarines nostálgicos.

“Son siete sets de más de dos horas y media cada uno. En realidad, el cuarto dura más de cuatro, porque tiene una parte de mis compilados de Superclima y recitales que organice en el ciclo. Hay canciones que nunca nadie las escuchó después de grabadas. Como una del show tributo en vida a Cerati y Soda Stereo por Ariel Arnaudo y Carlos Sada”, dice el pinchadiscos, quien asegura que la movida tuvo un disparador fortuito.

“Bueno, resulta que en esta pandemia y sin laburar por ocho meses me las ingenié y ofrecí grabar sets enganchados a pedido de una contribución voluntaria de dinero. Y así fue que una amiga me pidió uno como los del ‘Ojo’. Y coincidió con otro pedido similar y, al toque, con otro más. Entonces, pensé que debía hacerlos bien y diferentes, por lo que me puse en campaña para juntar las canciones más representativas. La lista se extendió a más de 400 canciones…”, amplía.  

“Al mismo tiempo, y al cumplirse 20 años del nacimiento de ‘El Ojo’, Nahuel (Sabate, propietario) me escribe después de mucho tiempo para preguntarme si me prendía a hacer un evento homenaje (que todavía está en veremos) y (el periodista) ‘Jopi’ Heinz hace lo mismo para una entrevista conmemorativa. Fueron muchas coincidencias al mismo tiempo”, redondea.

-¿Cómo enfocaste los sets?

-Separé las canciones en siete grupos aleatorios. Y me largue con el primero, fui mezclando imaginándome que estaba allá en “El Ojo”, que venía alguien de otro palo y yo cambiaba ahí nomás a otro estilo. Me dejé llevar reviviendo muchas cosas de aquellos años. Hay canciones que me recuerdan a alguien específico. Canciones con caras, cada quien sabe que esa canción la puse en “El Ojo” en exclusiva para elle… Y ahora en el set también. En fin, una vez que terminé el primer set lo ofrecí en Insta y gané unos pesos y así seguí. Por los dos últimos no recibí nada, pero de todos modos decidí compartirlos con quienes me ayudaron en estos días de crisis. Con esas personas que tienen sus canciones y recuerdos ahí dentro.

Ulloa animó noches reproduciendo CDs. (Prensa RU)

-¿Recordás cómo empezó tu experiencia con El Ojo Bizarro?

-Estaba trabajando los jueves junto con Hernán Centeno en el Ultrapop Bar (espacio de bajada Alvear)… Hasta que un día no aguanté el maltrato del dueño y renuncié. Al día siguiente, un amigo me dice “hay un clasificado en el diario que buscan dee jay” y me mandé. Yo vivía en una pensión y me pasé todo el día armando una lista de mis CDs para presumir (tenía más de 700) y no me animaba a ir solo por la zona. La llamaban “la Zona Roja”, así que le pedí a una amiga que me acompañara a la entrevista. “El Ojo” no tenía nombre en ese momento. Sólo era una casa demacrada que Raúl, el padre de Nahuel había alquilado para que él estudiara. Y él se fue a vivir ahí con su pareja, con Pablo (Saber, también propietario). Ellos fueron los flamantes dueños del local. La historia de mi relación con El Ojo Bizarro empieza así, conmigo en una especie de casting para ser su dee jay. 

-Evidentemente, el casting salió bien…

-Fui el último entrevistado y me tomaron ahí nomás. Creo que era un sábado a la noche, con la idea de abrir el finde siguiente. Pero se demoró un par de semanas la cosa. En esos días fui y juntos decidimos que debía llamarse como el bar que tenía Raúl en Río Cuarto y ya había cerrado. Un “antro de mala muerte” como me lo presentaron, pero como mucha gente no lo conocía pensaron que sería una buena idea. La primera noche fue una aventura de conectar cables pelados y decidir todo a último momento. Les chiques de una parejita muy amable fueron les primeres clientes. Eran fans de The Cure, así que elles de algún modo fueron la piedra basal de la música que se escucharía ahí dentro. El segundo cliente fue un hombre grande con dos mujeronas que me ofreció 500 pesos (muchísimo en ese momento) si le ponía Chébere. No lo hice por respeto a les primeres clientes y tampoco tenía el material de ese grupo. Le ofrecí tomarse un trago, unos temas de Los Redondos y luego dar la vuelta a la manzana que tenía un boliche cuartetero. La semana siguiente Luciano Le Bihan se sumó a la cabina conmigo… Nosotros, más Celide Luxuria, fuimos los primeros en poner artística en El Ojo Bizarro.

-¿Y en qué consistía esa artística?

-Como todo lo que pasó ahí fue una construcción y deconstruccion colectiva. Del público y de les artistes. La gente no me consideraba un dee jay ahí. Siempre fui un “amigo que pasa música” y así también invité a mis amigues a pasar música conmigo y algunes no tenían ni idea y aprendían. Yo aprendía de elles y así con la gente también. Venía un flogger y me pedía Yelle, y si no la tenía, a la noche siguiente la llevaba. Así fui ampliando la discografía muchísimo. ¡Y compartíamos! Había clientes que me dejan CDs de regalo y yo les regalaba otros. En navidad siempre hacia una selección de discos para regalar a mis amigues clientes. Era hermoso todo eso. Y también era hermoso conocer tanta gente distinta de todos los “palos”, verlas bailar y sus caras felices. Hice muchísimas amistades que duran hasta hoy. 

-Está claro por qué El Ojo Bizarro se convirtió en un espacio mítico. Pero si tenés alguna otra fundamentación, es bienvenida. 

-Vivimos en un país muy deficiente en cuanto a valorar la cultura local. “El Ojo” lo supo explotar y valorar. Dejó una marca fuertísima, imborrable. Ahí pasaron cientos (sino miles) de artistas argentinos de todos los rubros. Del teatro, del arte drag, de la música local y nacional… Incluso del cine, de las artes plásticas. Y se rompieron todos los esquemas, no quedó uno. “El Ojo” fue casi anárquico, revolucionario. La gente iba y la pasaba bien. Fue mágico, Era muy tolerante “El Ojo” y su gente. Fue muy variado y de una convivencia hermosa, al menos los primeros 5 o 6 años. Quizás también sea mítico porque no todo fue hermoso: pasaron muchas cosas feas, muy malos tratos, violencia, explotación y tuvo su decadencia por malas decisiones. A “El Ojo” se lo comenzó a extrañar más de un año antes de cerrar. 

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Rodrigo Ulloa, en su cabina – tarima de El Ojo Bizarro. (Prensa RU)