A 80 años del nacimiento de John Lennon: Un profeta inabarcable
Bombas y balazos. Las primeras, lanzadas por aviones nazis sobre el puerto de Liverpool el 9 de octubre de 1940. Los segundos, disparados por un alienado Mark Chapman al frente del neoyorquino edificio del Dakota el 8 de diciembre de 1980.
Ambos extremos violentos tuvieron a John Lennon como objetivo (colateral y central, respectivamente) y delimitaron su paso por este mundo.
Entre uno y otro transcurrieron 40 años.
El mismo tiempo que la humanidad lleva sin este artista monumental, que se refundó a sí mismo luego de una infancia emocionalmente turbulenta; que le encontró sentido a la vida al conectar con Elvis (del que su madre, la hedonista Julia, era fan) y Gene Vincent; y que, por sobre todo, conoció a las personas indicadas para fundar The Beatles y convertir ese fervor musical en una revolución sociocultural de escala global.
Agitado con acidez, extravagancia, ambición artística y honestidad brutal, todo convergió en la invención del estrellato rockero. O de un universo de megalomanía y omnipotencia que Lennon usó para transmutar en algo superador a la violencia que rodeó a su nacimiento y decidió su muerte.
Acaso allí resida el mayor valor de su legado.
Lennon fue el que pidió algo de verdad en el medio de tanto descrédito y cinismo.
Lennon pidió una chance para la paz y dijo que la guerra termina sólo si vos querés que termine.
Lennon exaltó el rol de la mujer y condenó la supremacía del macho, aun cuando se lo conocía por controlador y celoso.
Lennon invitó a imaginar un mundo socioeconómicamente igualitario y espiritualmente unido, en el que la idea de paraíso es puesta en discusión.
Si bien son planteos relevantes aún hoy (incluso el de Imagine, en su momento considerado “irresponsable” por Elvis Costello, debido a que salió de la boca de un millonario), ninguno se proyecta al tiempo presente con la fuerza que lo hace el de Instant Karma.
“El karma instantáneo va a atraparte/ va a pegarte en la cabeza/ Más vale que estén muy unidos/ Pronto estarán todos muertos/ ¿En qué carajo estaban pensando cuando se burlaban del amor?/ ¿Qué carajo quieren hacer?/ Depende de ustedes/ Sí, de ustedes”.
Da escalofríos escuchar la canción y leer su letra mientras una pandemia se extiende en el tiempo y empieza a relativizar eso de que saldremos mejores de ella.
Más allá de que su combustión estética genere una conmoción, una canción robustece su carácter genial cuando nos tocan vivir las situaciones que su creador imaginó en su planteo original. Eso cabe tanto para el Charly García que predijo el aislamiento en Yendo de la cama al living como para el John Lennon que en Instant Karma actualiza “¿Qué carajo queremos hacer?”
— John Lennon (@johnlennon) September 27, 2020
Madre, a su aire
Por supuesto, todo este análisis sobre la figura de Lennon está disparado por la primera efeméride redonda. Que es la del 80° aniversario de su nacimiento, que se produjo, tal como ya se apuntó, el 9 de octubre de 1940 en Liverpool y mientras los nazis bombardeaban la ciudad.
Mamá Julia Stanley parió sola, dado que Freddie, el padre de John, trabajaba como auxiliar en un buque mercante desentendido de sus obligaciones. Esa actitud la extendió en el tiempo, al punto de abandonar a esposa e hijo.
A decir verdad, a nadie en la familia de clase media de Julia le gustaba Freddie. Pero ella tampoco tenía el perfil de ama de casa abnegada sino que cultivaba otro de mujer a su aire, algo que no le cuadraba para nada a su hermana, la enfermera Mary “Mimi” Stanley.
Luego de dar a luz a John, tuvo una hija con un marinero (que dio en adopción) y otras dos junto a Bobby Dykins, quien oficializado como pareja de Julia hacía dormir a John con ellos, de acuerdo a la reconstrucción rigurosa del biógrafo Philip Norman.
Eso fue demasiado para “Mimi”, quien denunció a su hermana ante el Servicio Social de Liverpool y consiguió la potestad de John.
Si bien fue criado por su tía y por el esposo de ésta, el lechero George Smith, Lennon nunca ablandó el lazo afectivo con su madre y siempre lo tuvo como objeto de análisis. Es más, el dolor lo reforzó luego de que Julia muriera en un accidente de tránsito el 15 de julio de 1958. La obra de John da pruebas concluyentes de un amor-desamor visceral en varios de sus tramos.
Si en Julia, canción del Álbum Blanco (1968), su madre era una nube silenciosa que busca tocarlo o una criatura del océano que lo llama, en Mother, del solista John Lennon/ Plastic Ono Band (1970), deviene en blanco de una agria recriminación por el abandono. “Madre, me tuviste, pero yo nunca te tuve/ Yo te quise, pero vos no me quisiste/ Por eso tengo que decirte/ Adiós, Adiós/ Padre, me dejaste, pero yo nunca te dejé/ Yo te necesité, pero vos no me necesitaste/ Por eso tengo que decirte/ Adiós, Adiós”, se le oye en esa canción en la que la condena se hace extensiva a su padre.
Para cuando Julia murió, John era un adolescente que balanceaba aires de bully con otros de joven vulnerable, y ya había conocido a Paul McCartney, su socio fundamental y alma gemela.
Ese encuentro se produjo el 6 de julio de 1957, durante un picnic organizado por la iglesia de Liverpool, y cambió por completo su vida, la de Paul y la nuestra.
Lo que viene es historia conocida. Con detalles personales que se dieron en el medio de una proeza artística-musical apabullante por su belleza y por haber atendido una demanda generacional (una vibración de época) desde un enfoque de vanguardia.
Pero hagamos un breve zoom al John Lennon hombre.
Fue uno de los tres Beatles que contrajo matrimonio bien jovencito. En su caso, con Cynthia Powell, la madre su hijo Julian.
Conoció a la vanguardista Yoko Ono en 1966 e inició con ella una relación de una simbiosis amorosa-estética singularísima, irrepetible en la historia de las artes en general.
Un vínculo que en su mayor parte tuvo a Nueva York como epicentro (adonde habían llegado para luchar por la tenencia de Kyoko, la primera hija de Yoko) y que se tradujo en discos, acciones pacifistas, militancia de izquierda que llevó a extremos paranoicos al FBI y en un hijo llamado Sean, que también nació el 9 de octubre pero de 1975.
Lennon llegó a desafiar todo lo que construyó conceptualmente antes de ser asesinado, al optar por una vida apacible como padre y esposo ejemplar, un rol que había puesto en entredicho en su disco Walls and Bridges (1974).
En resumidas cuentas, 40 años que aquí desagregaremos en cuatro décadas con músicos invitados que tuvieron a John como faro.
Rodrigo Castiñeira, una de las mitades de O’clock, reconstruirá al niño que fue de 1940 a 1950. Juan Taleb, cantante de Los Caligaris, hará lo propio con el adolescente que encontró en la música un canal de expresión para liberar traumas entre 1950 y 1960. Fernando Blanco, bajista de Nube 9, se cargará nada menos que la Beatlemanía; y Manuel Moretti, líder de Estelares, se referirá al período comprendido entre 1970 y 1980, la etapa neoyorquina de Lennon.
Ellos harán recortes conceptuales más que un relevamiento celoso de sucesos históricos. Un movimiento acorde a lo inabarcable de un artista que, entre tantísimas cosas, fue lo más aproximado a la conciencia del rock & roll.
1940-1950: Un genio transformador
Por Rodrigo Castiñeira
¡Qué cerca estuvimos de quedarnos sin los Beatles! Eso pienso al imaginar al John Lennon de 4 años decidiendo si vivir con su padre o su madre. ¿Qué hubiese pasado si finalmente se iba con su padre Freddie a Nueva Zelanda luego de ser raptado por éste?
John estuvo toda su vida peleando con los fantasmas de su pasado, y es ahí cuando uno toma verdadera dimensión de su talento. Sólo un genio puede transformar una niñez signada por el abandono, la inestabilidad y la muerte en las canciones más bellas del mundo. O al menos, en mis preferidas: Strawberry fields, In my life, Julia.
Quizás la figura más importante de la cultura popular del siglo 20 sólo era un niño gritando “mamá, no te vayas; papá, volvé a casa”.
1950-1960: Una etapa determinante
Por Juan Taleb
Los años ‘50 fueron determinantes para John, artística y emocionalmente, aspectos que en su obra son imposibles de separar. En esos años formaría esa particular visión del mundo. Pero ni John ni el mundo lo sabían, y él era apenas un chico de 10 años rebelde y problemático al que le gustaba la música.
La aparición del rock & roll, el boom del skiffle, lo impulsan a formar su primera banda con amigos de la escuela, The Quarrymen, apoyado activamente por su mamá Julia, con quien empezaba a recomponer la relación y le enseñaba a tocar el banjo. Ella, además, le compró su primera guitarra Gallotone Champion, en abril de 1957.
Pero un hecho que signó la década, para John y la música, fue el sábado 6 de julio de 1957, cuando Ivan Vaughan, miembro de los Quarrymen, le presenta a un amigo de 15 años llamado Paul.
El tal Paul impresionó a John al tocar sin errores, y con una guitarra para diestro siendo zurdo, la difícil Twenty Flight Rock de Eddie Cochran, lo que le valió entrar al grupo inmediatamente.
Trágica y repentinamente, Julia muere en 1958, hecho que no sólo dejó una marca emocional indeleble sino que reforzó su vínculo con Paul, que había perdido a su madre tres años antes. Pocos años después, y hermanados por ese dolor y el amor a la música, formarían la dupla creativa más célebre de la historia.
1960-1970: Acción y reacción
Por Fernando Blanco
La década del ‘60 fue determinante para John y para gran parte de la humanidad. Fue la adolescencia de la era moderna, como me gusta decir; y John, el típico adolescente que no sólo sufrió esos cambios sino que muchas veces los provocó.
Comenzó dándole forma definitiva a su proyecto musical con el que alcanzaría fama mundial (Los Beatles) y con él expresaría el sentir de una generación bisagra. En 1967 escribió Todo lo que necesitas es amor, para reflejar la era hippie y su fe en el amor universal, pero al año siguiente publicó Revolución, con la idea de cristalizar el descontento y la desilusión que emanaba del Mayo francés.
John hizo del rock un movimiento global al elevarlo musicalmente, y al lograr decir lo que todos queríamos decir.
1970-1980: Un genio en carne vivaPor Manuel Moretti
Un John neoyorquino, cansado de Los Beatles y en primera frecuencia con Yoko, nos da lo que para mí es su mejor disco: John Lennon/ Plastic Ono Band (1970). Se ve, se escucha y se intuye a un Lennon medular, crudo y puro.
Y en un registro emocional íntimo, con músicas y texturas que acompañan de manera acorde las confesiones finales expuestas en las canciones.
Tal como dijo Lou Reed, Mother es la mejor canción escrita.
Algo de ese Lennon “en carne viva” nos ofrecería su período 70-80. En él fue padre nuevamente y, a mitad de la década, no escribió canciones por los próximos cuatro años.
Tuvo desacuerdos con Yoko y vivió un extraordinario fin de semana en Los Ángeles, que terminó durando 18 meses. Lo llamo “El fin de semana perdido”, y fue escenario ideal para reuniones musicales y artísticas tan fecundas como desbordantes.
El reencuentro entre John y Yoko tras ese “lost weekend” trajo consigo a Sean, precisamente.
Ambos tuvieron exposiciones y manifestaciones artístico-políticas en el marco de esa década tan especial de la cultura occidental. Y con la Guerra Fría tan poderosa como invasiva, John fue investigado por la CIA.
Aún hoy siento que esa década nos desnudó al Lennon más cierto, más fecundo, más contradictorio, más excesivo y más comprometido con las causas de paz y justicia social.
Un Lennon íntegro, en definitiva, que comenzó la década con una joya (el ya citado John Lennon/ Plastic Ono Band) y termina con otra absoluta (Double Fantasy, de 1980). ¿Qué más se puede decir?