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Inteligencias múltiples, sustento de la diversidad

Al pequeño Howard le toca nacer en Estados Unidos de Norteamérica al promediar la Segunda Guerra Mundial.

Nada presagiaba que el hijo de una de las tantas familias escapadas de la Alemania nazi se convertiría en uno de los investigadores más destacados a partir de sus estudios sobre las capacidades cognitivas humanas.

Con apenas 40 años, Howard Gardner publica su Teoría de las inteligencias múltiples, con la que cuestiona la existencia de una sola inteligencia, postulando que en cada persona existen potencialidades y capacidades diversas para la resolución de problemas, tanto cotidianos como complejos.

Gardner proponía diferenciar inteligencias (lingüística, lógico-matemática, musical, visual-espacial, quinestésica, intrapersonal y social) que, aun siendo parte de un todo, podían desarrollarse con mayor intensidad de manera autónoma, según el/la evaluado/a, y siempre de acuerdo a la importancia otorgada por su entorno cultural.

La teoría no se alejaba un ápice del concepto etimológico de la palabra ‘inteligencia’, que remite a “intellegere”: inter (entre) y legere (leer, elegir); es decir, comprender, percibir.

Comprender las infinitas situaciones, desafíos y encrucijadas que desde temprana edad encaran las personas. Percibir su jerarquía e importancia, a fin de establecer algún plan de acción inteligente.

No resulta sencillo descubrir las diferentes potencialidades en la primera infancia. Es después de los dos años y medio cuando comienzan a esbozarse ciertas habilidades singulares.

En toda familia hay niños observadores y cautelosos antes de actuar y otros, más impulsivos, que se lanzan sobre las cosas para estudiarlas o desarmarlas. Hay quienes muestran precozmente su facilidad para la música, otros para los deportes. Muchos aparentan timidez entre pares y otros lideran desde antes de dejar el biberón.

Dentro del extenso abanico de conductas, los niños y niñas denominados hoy neurodivergentes apelan a sus recursos para comprender, percibir y actuar.

Un nuevo paradigma de consideración social permite comprobar que muchos de estos niños y adolescentes parecen estar modificando los clásicos criterios que definían su diversidad, en ocasiones restringidos a tener dificultad para interactuar socialmente y para la comunicación.

A partir de reconocer notables destrezas en las personas en las que plantea la hipótesis de trastorno del espectro autista (TEA), se ponen en discusión otros criterios que ayuden a un mejor acompañamiento familiar y profesional.

En no pocos chicos y chicas con probable TEA, predominan los comportamientos repetitivos, los intereses restringidos a determinadas actividades y, en especial, una diferente -potente- capacidad de percepción sensorial.

En tal sentido, la idea original de Gardner cobra vigencia. Nunca más oportuna la idea de que es mejor reconocer lo que hay y no insistir en lo que falta. Potenciar brillos y no percutir sobre lo, en apariencia, opaco.

Hay más inteligencias

Gardner, su equipo, y como ellos un sinnúmero de investigadores no han dejado de profundizar en el estudio de las respuestas humanas, tanto adultas como infantiles, sumando nombres a “nuevas inteligencias” (colaborativa, emocional, existencial, creativa, como ejemplos).

Durante los primeros años de vida resalta la llamada inteligencia naturalista, definida como la capacidad de interactuar con elementos de la naturaleza, lo que permite individualizar a los temerosos, a los curiosos y a los audaces.

La “disección” de la inteligencia seguirá aportando nombres a las infinitas variantes de un todo, que no es sino la manera de resolver cada día, semana, año… la vida.

Aunque hoy, con la posibilidad de comprender que cada quien lo hace a su modo y con sus mejores herramientas.

Médico

​Al pequeño Howard le toca nacer en Estados Unidos de Norteamérica al promediar la Segunda Guerra Mundial. Nada presagiaba que el hijo de una de las tantas familias escapadas de la Alemania nazi se convertiría en uno de los investigadores más destacados a partir de sus estudios sobre las capacidades cognitivas humanas.Con apenas 40 años, Howard Gardner publica su Teoría de las inteligencias múltiples, con la que cuestiona la existencia de una sola inteligencia, postulando que en cada persona existen potencialidades y capacidades diversas para la resolución de problemas, tanto cotidianos como complejos.Gardner proponía diferenciar inteligencias (lingüística, lógico-matemática, musical, visual-espacial, quinestésica, intrapersonal y social) que, aun siendo parte de un todo, podían desarrollarse con mayor intensidad de manera autónoma, según el/la evaluado/a, y siempre de acuerdo a la importancia otorgada por su entorno cultural.La teoría no se alejaba un ápice del concepto etimológico de la palabra ‘inteligencia’, que remite a “intellegere”: inter (entre) y legere (leer, elegir); es decir, comprender, percibir.Comprender las infinitas situaciones, desafíos y encrucijadas que desde temprana edad encaran las personas. Percibir su jerarquía e importancia, a fin de establecer algún plan de acción inteligente.No resulta sencillo descubrir las diferentes potencialidades en la primera infancia. Es después de los dos años y medio cuando comienzan a esbozarse ciertas habilidades singulares. En toda familia hay niños observadores y cautelosos antes de actuar y otros, más impulsivos, que se lanzan sobre las cosas para estudiarlas o desarmarlas. Hay quienes muestran precozmente su facilidad para la música, otros para los deportes. Muchos aparentan timidez entre pares y otros lideran desde antes de dejar el biberón.Dentro del extenso abanico de conductas, los niños y niñas denominados hoy neurodivergentes apelan a sus recursos para comprender, percibir y actuar.Un nuevo paradigma de consideración social permite comprobar que muchos de estos niños y adolescentes parecen estar modificando los clásicos criterios que definían su diversidad, en ocasiones restringidos a tener dificultad para interactuar socialmente y para la comunicación. A partir de reconocer notables destrezas en las personas en las que plantea la hipótesis de trastorno del espectro autista (TEA), se ponen en discusión otros criterios que ayuden a un mejor acompañamiento familiar y profesional.En no pocos chicos y chicas con probable TEA, predominan los comportamientos repetitivos, los intereses restringidos a determinadas actividades y, en especial, una diferente -potente- capacidad de percepción sensorial.En tal sentido, la idea original de Gardner cobra vigencia. Nunca más oportuna la idea de que es mejor reconocer lo que hay y no insistir en lo que falta. Potenciar brillos y no percutir sobre lo, en apariencia, opaco.Hay más inteligencias Gardner, su equipo, y como ellos un sinnúmero de investigadores no han dejado de profundizar en el estudio de las respuestas humanas, tanto adultas como infantiles, sumando nombres a “nuevas inteligencias” (colaborativa, emocional, existencial, creativa, como ejemplos). Durante los primeros años de vida resalta la llamada inteligencia naturalista, definida como la capacidad de interactuar con elementos de la naturaleza, lo que permite individualizar a los temerosos, a los curiosos y a los audaces.La “disección” de la inteligencia seguirá aportando nombres a las infinitas variantes de un todo, que no es sino la manera de resolver cada día, semana, año… la vida. Aunque hoy, con la posibilidad de comprender que cada quien lo hace a su modo y con sus mejores herramientas.Médico  La Voz

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